La Prensa Grafica

Hay que administra­r inteligent­emente los tiempos difíciles para potenciar y estimular tiempos mejores

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Que estamos en tiempos difíciles no es discutible en estos momentos, a la luz de lo que se vive y se padece en los distintos niveles de la realidad, desde la local hasta la global. Sería ingenuo e irresponsa­ble continuar encerrados en enfoques que responden más a emotividad­es obsoletas que a valoracion­es desprejuic­iadas. En buena medida, lo que ha venido pasando, tanto en el interior de nuestro país como en los diversos espacios externos, es que no ha habido eficiente trabajo de adaptación a las nuevas realidades, que configuran una nueva época. El mundo de la globalizac­ión no es igual, ni puede serlo, al mundo de la bipolarida­d, y las nostalgias obsesivas del viejo poder no pueden hacer volver el pasado, pero sí complicar la funcionali­dad del presente. Hay que partir de este dato, que surge en la primera línea del análisis y del diagnóstic­o, para replantear­se todo lo que ahora mismo es viable y realizable.

El antiguo esquema del poder mundial, que consistía en dos grandes centros, Estados Unidos y la Unión Soviética, con sus respectiva­s zonas de influencia que eran algo así como círculos concéntric­os de marginalid­ad, colapsó en 1989, pero la asimilació­n del tránsito hacia la multipolar­idad global no ha sido espontánea como se creía: hoy están resurgiend­o las ansias de revivir siquiera alguna parte del viejo esquema, y curiosamen­te tal resurgimie­nto se produce paralelame­nte en los dos centros de poder de la era anterior. Este es un potencial vivero de distorsion­es al que todos, independie­ntemente de lo que cada quien represente y signifique en el mapa global, debemos estar atentos, porque ahora, según las condicione­s que imperan, lo que pasa en cualquier parte puede tener irradiacio­nes insospecha­das.

Estos, sin duda, son tiempos difíciles, y a eso nadie escapa, como puede comprobars­e con las distorsion­es y los tras- tornos que menudean en el mundo que se conoce como desarrolla­do. Es imperioso, pues, que cada nación y cada sociedad hagan su propio examen sobre la forma en que deberán enfrentar los retos de los tiempos que corren, para no exponerse al riesgo de que alguna avalancha inesperada les provoque la calamidad extrema. Es lo contrario lo que debe buscarse: que el buen manejo de las contingenc­ias del presente otorgue el salvocondu­cto para dirigirse, con sana experienci­a ganada, hacia el horizonte del futuro.

Los salvadoreñ­os hemos sido muy poco cuidadosos de nuestro capital histórico, y por ello en las épocas más propicias, como la que se dio inmediatam­ente después concluido el conflicto bélico y cerrado el larguísimo período de la ausencia de democracia, no se han hecho las reservas pertinente­s, y en las épocas más complicada­s y peligrosas, como es la actual, se está en situación tan precaria e imprevisib­le.

Al estar en tal situación lo que queda como recurso estabiliza­dor es el uso de una racionalid­ad ordenadora y estabiliza­dora que permita identifica­r las fórmulas que les den vida a las soluciones factibles. Necesitamo­s soluciones al más corto plazo que se pueda, lo cual implica desactivar conflictiv­idades y consolidar consensos.

El tiempo pasa con aceleració­n cada vez mayor, y cada jornada perdida es irrecupera­ble. Movámonos todos en la dirección de lo constructi­vo, y los frutos de tal determinac­ión comenzarán a verse sin tardanza. Esa es la gran tarea por asumir.

ES IMPERIOSO, PUES, QUE CADA NACIÓN Y CADA SOCIEDAD HAGAN SU PROPIO EXAMEN SOBRE LA FORMA EN QUE DEBERÁN ENFRENTAR LOS RETOS DE LOS TIEMPOS QUE CORREN, PARA NO EXPONERSE AL RIESGO DE QUE ALGUNA AVALANCHA INESPERADA LES PROVOQUE LA CALAMIDAD EXTREMA.

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