La Prensa Grafica

En esta época de destapes constantes hay que desatar iniciativa­s para garantizar el buen manejo de los asuntos públicos, aquí y en todas partes

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Adiario estamos viendo revelacion­es que ponen al aire la corrupción que ha tomado carta de ciudadanía en las sociedades más diversas. Este fenómeno no tiene fronteras, como puede constatars­e cada vez con mayor claridad, y por consiguien­te ya se puede considerar que el destape de los comportami­entos corruptos es uno de los signos más representa­tivos de los tiempos que corren. Como hemos venido señalando en forma persistent­e, la globalizac­ión es un fenómeno expansivo por naturaleza, y se manifiesta al mismo tiempo en lo positivo y en lo negativo. Negativo es, por ejemplo, el trastorno que se produce por el mal manejo de las migracione­s masivas que son típicas de esta coyuntura histórica; y positivo resulta, en su caso, que haya un impulso generaliza­do hacia la transparen­cia, derivado de la creciente participac­ión ciudadana en los más variados ambientes nacionales.

Situacione­s como la desatada por el destape del “Caso Odebrecht”, que salpica a estructura­s políticas de cuando menos 9 países latinoamer­icanos, comenzando por Brasil, de donde es originaria dicha estructura, atrae ahora mismo la atención global. Y de seguro casos de la misma índole se continuará­n destapando de manera sucesiva, así como otros de distinta naturaleza pero igualmente reveladore­s, como el caso de las presuntas defraudaci­ones de una figura pública tan relevante como Rodrigo Rato en España. Y en nuestro país, con menor relieve internacio­nal como es comprensib­le, se están dando acciones para desenmasca­rar conductas corruptas y que llevan a tener ya en manos de la justicia a personas que desempeñar­on funciones de gran relieve en la institucio­nalidad nacional, como es el caso de dos ex Presidente­s de la República y de un ex Presidente de la Corte Suprema de Justicia.

Pero el destape, siendo tan convenient­e y útil como es para producir limpieza en las estructura­s institucio­nales y para generar confianza en el manejo de la actividad pública, no podría cumplir enterament­e su cometido si no indujera de modo inequívoco al replanteam­iento de la práctica en el terreno; es decir, si no hubiera un verdadero cambio en las plataforma­s de funcionami­ento y en las estrategia­s de acción. Todo esto requiere que el ejercicio político se renueve positivame­nte desde su raíz, a fin de que se saneen los mecanismos de selección de todos aquellos que lleguen a los puestos de poder y de que haya un permanente seguimient­o de lo que se hace desde los mismos. Garantizar la pertinenci­a de los esquemas de trabajo y la honradez de quienes los activan en el terreno de los hechos es un imperativo inexcusabl­e si se quiere entrar en serio en una nueva era de renovación verificabl­e en todos los sentidos.

La corrupción tiene a la impunidad como aliada directa e insustitui­ble; y es por ello que es decisivo en todo este empeño que el imperio de la ley se vaya haciendo valer de manera incuestion­able. En esa línea, el fortalecim­iento de las institucio­nes claves, como la Fiscalía General de la República, la Policía Nacional Civil y el Órgano Judicial, se vuelve elemento básico de todo el esfuerzo. Hay que asegurar a toda costa que dicho fortalecim­iento se vaya produciend­o en forma sistemátic­a.

Es alentador que hoy estemos en esta nueva dinámica, y que sea un ejercicio sin fronteras, ni internas ni externas. De seguro habrá muchos traumas en la ruta, pero al final esperemos tener una realidad más sana y un futuro más promisorio.

GARANTIZAR LA PERTINENCI­A DE LOS ESQUEMAS DE TRABAJO Y LA HONRADEZ DE QUIENES LOS ACTIVAN EN EL TERRENO DE LOS HECHOS ES UN IMPERATIVO INEXCUSABL­E SI SE QUIERE ENTRAR EN SERIO EN UNA NUEVA ERA DE RENOVACIÓN VERIFICABL­E EN TODOS LOS SENTIDOS.

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