Niun solo grito...
Ni para llamar a la hija porque ya va tarde al colegio, ni para llamar al esposo para que se acerque al comedor a cenar. Así, justamente así, es el hogar en el que crecí.
Y el adjetivo que mejor la califica es “pacífica”, un hogar de paz.
Me refiero a esto ahora, ya que estamos ante algo tan ficticio como es el “mes de San Valentín, mes del amor”, ¿a qué tipo de amor se refiere? Amor a la compra de chocolates y globos quizá, porque a diario no se ve siquiera armonía en las calles, las iglesias, los colegios, los hogares... Incluso ya hay memes para después de San Valentín donde se dice: “el simulacro de amor y buenos deseos ha finalizado, ya pueden volver a ser los mismos de siempre”.
Digo ficticio porque no se necesita de “un día” para demostrar amor, sino de toda una vida, y es que si en las mismas sociedades hay muchísima destrucción familiar ¿cómo no habrá guerras y conflictos entre grupos más grandes como lo son los países?
Es cierto que las destrucciones familiares no producen muertes físicas como una guerra, pero está produciendo una terrible mortandad moral.
Y de remate, en El Salvador, por creernos modernos, hay quienes toman “como obsoleto, como idea cavernaria” defender la vida de un inocente para querer justificar el aborto.
Estamos en realidad tan obsoletos que nos creemos modernos cuando seguimos la corriente de los demás sin importar lo esencial.
Y así como vamos perdiendo nuestra identidad, así iremos perdiendo nuestra dignidad.
No se trata, pues, de ser modernos o anticuados; se trata de ser “realistas”: ¡si no está en nuestras manos traer la vida al mundo, mucho menos quitarla!
Y por otro lado, vemos cómo los rompimientos familiares están enfriando la fe y el amor de muchas personas, lo que conduce a una grave crisis de relaciones.
El concepto de familia se está destruyendo a pasos agigantados.
Hablar de las bodas de plata, de oro, de cristal (esas sí son palabras realmente arcaicas) y están “en peligro de extinción” quien tenga la dicha de cumplirlas.
Cada día son más las familias disfuncionales, y aquellos que no están viviendo en armonía con la sociedad.
Se ha demostrado científicamente que la ausencia de una de las figuras paternas en un hogar genera distorsión emocional en los hijos. Y así la respuesta de esos jóvenes será una actitud de rebeldía contra toda figura de autoridad, y la consecuencia la vemos en la formación de pandillas, adicciones, violencia y todas las secuelas que hoy por hoy padecemos en nuestra sociedad.
La gran mayoría estamos de acuerdo en que una familia saludable produce una sociedad saludable, un país saludable.
Las familias saludables y su testimonio de vida “sincera y transparente” las atrae a Dios. Las actividades llamativas solamente atraen multitudes pero no necesariamente las atrae a Dios.
Pueden sonar muy anticuados cada uno de estos párrafos anteriores, pero lastimosamente esa es la verdad: la falta de amor y de paz en un núcleo tan pequeño como lo es la familia destruye el siguiente núcleo llamado sociedad, y por ende el país entero sufre, al querer legislar cosas absurdas para poder “acomodarse” a esa “falta de amor” existente en dichos núcleos.