Todos lo sabemos, pero muy poco hacemos
Para nadie es novedad que vivimos en solamente 20,000 kilómetros cuadrados, que somos más de 300 habitantes por kilómetro cuadrado, que a estas alturas en la capital vivimos entre 35 % y 40 % de la población, que ya somos más de 6 millones de habitantes en el país y por lo menos otros 3 millones han emigrado.
Sobre este tema, leía en el libro “Agenda demográfica de El Salvador” algo que nos debe hacer reflexionar: “Añadir más gente a la población de una nación subdesarrollada económicamente y que no puede utilizar con eficacia los habitantes que tiene es sencillamente multiplicar los problemas del desarrollo económico”.
Tradicionalmente la válvula de escape siempre fue la migración; por ello, en más de una oportunidad he expresado que lo que el país más exporta es gente y tierra al mar. Esto último, dada la galopante erosión de nuestros suelos, que cada día van siendo menos productivos.
Últimamente el vaso poblacional está rebalsando y nuestro destino de emigración preferido se está cerrando cada día más. Incluso pudiésemos hasta recibir muchos a compatriotas deportados y consecuentemente reducirse las remesas que ya sobrepasan los $4,500 millones anuales, las que son sustento para muchas familias y que algunas malgastan y otras invierten en algo productivo que les permite bienestar sostenible.
Ante tal panorama, es indispensable realizar muchas acciones, anticipándose a varios problemas que tarde o temprano nos pueden llegar. Uno de ellos debe ser un amplio programa sobre la paternidad responsable, pues como sigamos creciendo en forma desordenada, jamás alcanzarán las escuelas, los hospitales, las fuentes de trabajo, viviendas, el agua, los alimentos y todo lo necesario para que una persona pueda vivir dignamente.
Sospecho que a muchos de nuestros políticos no les agrada tratar los temas poblacionales, dado que les restarán votos para reelegirse; pero un buen político, desde mi óptica, debe abordar este y otros temas álgidos en el momento preciso, sin importarle si habrá reelección o no, pues de lo contrario, solo estará pasando la tormenta aunque después llegue un huracán.
En días pasados me impactó la noticia de que cientos de niñas adolescentes entre los 10 y 12 años están saliendo embarazadas, lo que debe considerarse una tragedia, pero si al día siguiente se publica algo peor, lo primero se olvida y nada concreto se hace, pues lo malo es que ya nos estamos acostumbrando a vivir con tales situaciones.
Algunos comentan que el problema de las menores convertidas en madres adolescentes es culpa de los padres, la promiscuidad, la educación, etcétera, pero no importa quién tenga la culpa si vivimos en una sociedad y todos tenemos que pagar por esta situación, pues nadie vive en una isla.
Desde mi forma de ver, un tipo que embarace a una niña de 10 a 12 años debería legislarse para practicarle la vasectomía, pero anunciarlo por adelantado para que nadie lo discuta.
Por otro lado, es una pena que haya parejas que no teniendo capacidad de mantener y educar adecuadamente a una criatura traigan al mundo a cinco o seis. Me pongo a pensar ¿qué futuro tienen una madre de 10 a 12 años y su niño? Ambos sufrirán toda su vida y el padre irá a otro sitio a cometer igual fechoría.
Antes se decía que cada niño venía con el pan bajo el brazo o que había que tener los hijos que Dios nos diera. Si eso fuera cierto, no habría pobreza ni hambre en el mundo.
Concretando, si no tomamos en serio la problemática de la paternidad irresponsable, tampoco echemos la culpa a otros países de tomar las medidas que ya conocemos contra la inmigración de todo el mundo subdesarrollado, el que hace muy poco por abordar el origen del verdadero problema.
Si no tomamos en serio la problemática de la paternidad irresponsable, tampoco echemos la culpa a otros países de tomar las medidas que ya conocemos contra la inmigración de todo el mundo subdesarrollado, el que hace muy poco por abordar el origen del verdadero problema.