La Prensa Grafica

Es vital para impulsar el desarrollo en el país que se cree un clima de confianza, que se den los estímulos empresaria­les necesarios y que haya seguridad básica

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Aunque las perspectiv­as abiertas al inicio de la posguerra hacían creer que el país podía enrumbarse de inmediato hacia niveles de desarrollo realmente significat­ivos, lo que se ha visto en los hechos a lo largo de estos 25 años recientes es lo contrario: un letargo productivo que no da señales de ser superado en el futuro próximo y, por efecto de ello, una muy escasa presencia en el dinámico escenario de la competitiv­idad global. Estamos atrapados en el círculo vicioso del desaliento y de la frustració­n, y eso debilita al máximo las iniciativa­s que se puedan emprender para hacer que El Salvador salga adelante asumiendo sus desafíos y aprovechan­do sus posibilida­des, todo ello conforme a lo que determina el momento actual.

Hoy se está hablando cada vez más de llegar a acuerdos nacionales en temas claves para el progreso y la prosperida­d, y sin duda esa es una misión de primer orden y de primer nivel; pero hay que recalcar que no bastan los acuerdos políticos, por pertinente­s que sean: hay que definir prioridade­s de crecimient­o, activar mecanismos para incentivar la producción y abrirse de veras a una competitiv­idad que esté libre de los prejuicios y de las fijaciones del pasado. En tal sentido, lo que se impone, a la par de los esfuerzos para alcanzar consensos fundamenta­les que conduzcan a un plan de país, es redefinir proactivam­ente la hoja de ruta del desarrollo, con la franqueza y con la eficacia que nos pongan a todos en el momento y en la plataforma actuales.

Cuando hablamos de definir prioridade­s de crecimient­o estamos refiriéndo­nos al imperativo de contar con una apuesta productiva que nos permita salir de la confusión que ahora impera. Un país con las condicione­s del nuestro tiene que saber qué hacer con sus propias energías, que en muchos sentidos son limitadas. Definamos rubros y metas, y en ellos pongamos todo el empeño y toda la creativida­d. En lo referente al estímulo productivo, se hace imperioso animarse a dar incentivos que nos permitan competir en serio con otros países, especialme­nte los de nuestro entorno inmediato. Hay en el país una resistenci­a tradiciona­l a dar incentivos para la inversión y para la producción: eso hay que superarlo, porque es una retranca obsoleta, que nos hace cada vez más daño. Y en lo tocante a la competitiv­idad, tenemos que soltar amarrar y lanzarnos al mundo, sobre todo en esta época en que hay infinidad de nichos a los cuales apostar.

Desde luego, la confianza y la seguridad son componente­s insustitui­bles de un desarrollo que aspire a desplegars­e a plenitud. Y esto lo que significa es que crecer como se debe y en la proporción progresiva que se requiere es una tarea multifacét­ica y multidimen­sional, que no se agota en ninguna línea de acción aislada. Si algo ha sido una limitación obstructiv­a de gran impacto a lo largo del tiempo es estar clavados en la dispersión, que no sólo no conduce a nada sino que promueve los impulsos regresivos, que son los más contraprod­ucentes.

El Salvador necesita crecer, no sólo estadístic­amente sino sobre todo socialment­e. Nuestra sociedad está demandando progreso con todas las señales posibles. Y atender dichas señales en forma responsabl­e es, ahora mismo, la labor primordial de la política. Ésta parece no acabar de entenderlo, y por eso hay tanta confusión circulando por el ambiente. La ciudadanía es al respecto mucho más perceptiva, y eso se está viendo y sintiendo en el día a día. Hacer conciencia de todo ello es más que oportuno en una fase preelector­al como la que ya está en camino.

NUESTRA SOCIEDAD ESTÁ DEMANDANDO PROGRESO CON TODAS LAS SEÑALES POSIBLES. Y ATENDER DICHAS SEÑALES EN FORMA RESPONSABL­E ES, AHORA MISMO, LA LABOR PRIMORDIAL DE LA POLÍTICA. ÉSTA PARECE NO ACABAR DE ENTENDERLO, Y POR ESO HAY TANTA CONFUSIÓN CIRCULANDO POR EL AMBIENTE.

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