Liberación de nuevo estilo
Durante mucho tiempo la palabra “liberación” estuvo prácticamente secuestrada por las tendencias ideologizadas de extrema izquierda. Eran los años en que todo parecía indicar que el comunismo estaba en incontenible avanzada hacia el futuro. Así se creía con generalizada convicción: los que simpatizaban con tal esquema lo asumían fervorosamente, y los que no comulgaban con él se resignaban aunque fuera con rechazo. Pero el comunismo dio de sí, y no pudo seguir adelante. Un día de tantos se resquebrajó sin aviso. Esa especie de utopía estaba exánime. Y pese a que sobrevivieron y sobreviven los que lo añoran contra toda evidencia, ya quedan muy pocas dudas de que aquella forma de “liberación” era un espejismo sonámbulo. Hoy estamos en otro escenario, en el que no se reproduce la aspiración de un mundo mejor. Necesitamos reconstituyente utópico, que alimente la ilusión sin ataduras perversas. Es lo que llamamos “liberación” de nuevo estilo. ¿Liberarnos de qué? Del egoísmo, de la indiferencia, del fanatismo, de la inclemencia. ¿Y con qué instrumentos posibilitarlo? Con el respeto vivo a la condición humana, con la voluntad actuante de ser mejores cada día, con la energía de los buenos propósitos convertidos en obras, con el sano servicio al presente y la efectiva apuesta al futuro... Eso, en verdad, es lo que siempre se ha necesitado para darles sentido edificante y gratificante tanto al vivir personal como al vivir colectivo. Hay que liberar el ser de los individuos y el ser de la colectividad. Tendría que ser esa la gran apuesta a favor de la vida, en todas las dimensiones imaginables. Y entonces es un humanismo perfeccionado lo que verdaderamente está en juego.
David Escobar Galindo