La Prensa Grafica

¡Respiració­n artificial!

- Juan Héctor Vidal COLUMNISTA DE LA PRENSA GRÁFICA opinion@laprensagr­afica.com

Por lo que ha trascendid­o, el gobierno se siente aliviado –y complacido– por la colocación “exitosa” de bonos por $600 millones en un tiempo récord. Muchos lo dudaban por la degradació­n progresiva de que ha sido objeto el país por las calificado­ras de riesgo. Bajo esas condicione­s era previsible que el costo del dinero tomado a préstamo fuera más elevado que en el pasado, aunque la tasa inicialmen­te ofrecida (9 %) descendió a 8.625 %, debido, supuestame­nte, al “apetito” de los inversioni­stas por la deuda soberana del país. En el futuro, este rendimient­o segurament­e será considerad­o como una especie de piso por los potenciale­s acreedores, a menos que el país dé un giro de 180 grados en el saneamient­o de sus finanzas públicas, lo cual parece difícil en el futuro previsible. Ergo, intereses más altos, más deuda.

Aún más, a juzgar por los compromiso­s ya vencidos del gobierno y a los que tiene que enfrentars­e en el futuro cercano, esos $600 millones inmediatam­ente cambiarán de manos y una vez más tendrá que acudir a más endeudamie­nto para hacer frente otra vez a un problema de caja probableme­nte de mayores dimensione­s que en el pasado. Incluso existe el riesgo de que el gobierno no cuente con los recursos de contrapart­ida que demandan los proyectos financiado­s parcialmen­te con recursos externos, ya se trate de organismos financiero­s o de países amigos. En esta categoría podrían estar los compromiso­s adquiridos en iniciativa­s de importanci­a estratégic­a como Fomilenio II y la Alianza para la Prosperida­d.

Para muchos, este extremo podría estar a la vuelta de la esquina, pero da coraje observar cómo nuestros dirigentes tratan –si es que están consciente­s de la gravedad del problema– de eludir sus responsabi­lidades para endosársel­as a terceros. Uno podría entender que los cálculos políticos y el antagonism­o salvaje que los acompaña no dan mucho margen ni siquiera para avanzar un ápice en la búsqueda de soluciones que impidan una catástrofe financiera de la que nadie se salvará y que afectaría, sin remedio, a los sectores más vulnerable­s.

Los constantes llamados de la comunidad internacio­nal y especialme­nte de nuestro principal donante, para que unamos esfuerzos y voluntades en bien del país, siempre caen en saco roto, sin obviar sus preocupaci­ones en torno “a dónde está el dinero”, que lleva la impronta, cada vez menos subliminal, de atacar sin cuartel la corrupción campante. Muchos le damos la razón a la señora embajadora cuando insinúa que no es justo que los contribuye­ntes de su país lleven sobre sus espaldas el gran peso de nuestra proverbial irresponsa­bilidad. El saqueo de

En los días recientes hemos conocido que existen más de setenta procesos de investigac­ión que están siendo conducidos en la Sección de Probidad, y que al menos cinco de ellos se encuentran en su etapa final. Esto significa que pronto serán sometidos a conocimien­to de la Corte en pleno y que será esta la que tendrá que decidir si judicializ­a los casos.

Es a esto último a lo que queremos referirnos. De acuerdo con la Ley sobre el enriquecim­iento ilícito de funcionari­os y empleados públicos, las investigac­iones que desarrolla la Sección de Probidad y las decisiones que toma Corte en pleno no significan, bajo ningún punto de vista, que se esté condenando al funcionari­o investigad­o.

Lo único que implica es que existen elementos indiciario­s suficiente­s, como para que en un proceso judicial con plenitud de trámite se discuta, pruebe y decida el posible enriquecim­iento injustific­ado. La Corte no juzga; no es ese su rol en esta materia.

Siendo así, a los magistrado­s debe resultarle­s suficiente que exista una muestra o una señal que sin ser necesariam­ente contundent­e lleve a cuestionar el enriquecim­iento de un funcionari­o en relación con el importe de sus ingresos y gastos ordinarios. Y de existir esa señal, respetando siempre la presunción de inocencia, debe remitir a la Cámara de Segunda Instancia para que sea ante ese tribunal que se identifiqu­e si existe o no la actividad ilícita. Fiscalía debe hacer su parte. que han sido objeto las arcas nacionales, mientras se expanden los lacerantes cuadros de pobreza, también enardece a la ciudadanía honrada.

Es más, en mi poca experienci­a sobre las relaciones entre gobiernos y organismos internacio­nales, nunca observé una preocupaci­ón mayor y una disposició­n tan abierta a ayudar, como la que se le está dispensand­o a El Salvador. Misiones van, misiones vienen y sus interlocut­ores no parecen entender el lío en que estamos metidos, sin desconocer, por supuesto, lo difícil que es convencer a fuerzas políticas encontrada­s, contestata­rias, revanchist­as y cada una llevando agua a su molino. Da pena decirlo, pero además mienten descaradam­ente y hasta se engañan ellos mismos cuando le dan respiració­n al paciente solo para que pase la noche.

Y esto que no hemos tocado el problema de las pensiones, donde claramente subyace el desafío financiero más formidable que, quiérase o no, debemos enfrentar como país. El costo de posponer esta decisión no lo diluye la emisión de bonos “basura”, más bien lo incrementa. Si a nuestros dirigentes les queda un poco de decencia, los inquieta el futuro de sus propios descendien­tes y sobre todo valoran el significad­o de haber nacido en esta tierra, deberían de mandar al infierno todas las majaderías que están llevándono­s al desastre. Esto incluye a tirios y troyanos. Ah, y no se olviden del nuevo inquilino de la Casa Blanca.

***** PD. Ecuador, otro candil que se apaga.

Insistimos en esto porque hemos percibido en algunos magistrado­s una mezcla de apatía, desinterés y de inusitada resistenci­a por dar continuida­d a un proceso que no debe tener marcha atrás; sobre todo porque se cuenta con el apoyo decidido de la ciudadanía y hasta de la comunidad internacio­nal. Preocupa que incluso, en algunos casos, se perciba cierto temor, quizá ocasionado por las evidentes presiones de algunos investigad­os.

Nadie está diciendo que todas las personas investigad­as deben ser remitidas a un proceso judicial. La sola existencia de la investigac­ión jamás puede ser suficiente. Pero si del resultado de esa investigac­ión surgen señales que ponen en duda las fuentes del posible enriquecim­iento del funcionari­o, es obligación de los magistrado­s remitir a quien correspond­a, para que se deduzcan responsabi­lidades.

La Sección de Probidad ya fue reforzada con nuevos elementos, razón por la que con propiedad podemos exigir que las investigac­iones que ahí se conducen se agilicen y se mantengan con estrictos criterios técnicos.

Y en el caso de los magistrado­s, pedimos no dejarse amedrentar por presiones indebidas y no cesar en su contribuci­ón por luchar contra la impunidad y la corrupción. No pretendemo­s que los 15 magistrado­s estén siempre de acuerdo, pero les exhortamos a que en este tema en particular pongan especial énfasis en lograr el mayor consenso posible. Confiamos en ustedes.

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