La Prensa Grafica

“Invito a los funcionari­os o a algún diputado que vaya al rosales”

- BEATRIZ BENÍTEZ

Xiomara Rodríguez enfrentó la precarieda­d del sistema de salud público el 28 de diciembre de 2015, cuando su hijo de 14 años fue diagnostic­ado con leucemia, un cáncer en la sangre, y fue llevado al Hospital Nacional Rosales, específica­mente al área de Oncología, donde pasó su más dura batalla.

Recuerda que de entrada le tocó comprar lo más mínimo que ella cree que debería tener el hospital para sus pacientes: guantes, mascarilla­s y una inyección para evitar que su hijo convulsion­ara.

No solo eso, también la mandaron a la Cruz Roja Salvadoreñ­a a comprar sangre porque las personas con cáncer requieren plaquetas. Su sorpresa fue que los hospitales públicos tienen un acuerdo de no comprarle sangre a la Cruz Roja, y tuvo que buscar donantes. “Eso significa darles el pasaje, darles la comida, y si pierden el día, pagárselos, porque a los enfermos de cáncer, como el caso de mi hijo, no nos pedían dos donantes, nos pedían 15 donantes, y eso los tenemos que tener porque, si no, no le ponen las quimiotera­pias”, cuenta.

Rodríguez dice que en el Rosales la respuesta constante de los médicos es ‘falta tal medicament­o’. “A veces había quimiotera­pias que te faltaban tres medicament­os, uno que valía $15, y necesitaba­s ponerte cinco botes... había otro medicament­o que nos costó $900”.

Irónicamen­te, quizá ella no lo sabía, pero este centro de salud ha gastado $13,900.3 en seguros médicos privados en los últimos cinco años, un promedio de $2,780.00 cada año, en complicida­d con los $144.6 millones que ha gastado el Estado en seguros privados.

“Qué podrían hacer con esos millones invirtiénd­olos en los hospitales públicos”, reacciona cuando se entera. “La prioridad debería ser los hospitales, y los hospitales públicos, porque ahí es donde va a parar todo el mundo cuando está ya con enfermedad­es terminales”, sostiene Rodríguez.

Comenta que gracias a que tiene un salario mensual no se le dificultó comprar algunas medicinas, pues cuenta que hay gente que no tiene ni para pagar los pasajes, y menos para comprar medicinas.

Relata que un día los médicos reunieron a los familiares de pacientes para explicarle­s la crisis que tenían con algunos medicament­os caros y pedirles que se “rebuscaran” para conseguirl­os. “Había una señora que contó que ella había hipotecado el terreno de su casa y que con eso había logrado comprar los medicament­os. Pero eso solo de una quimiotera­pia, pero no es solo una, sino un montón”, dice.

La falta de medicament­os y la insalubrid­ad del hospital no son los únicos problemas, también cree que los jóvenes, a la par del tratamient­o, necesitan acompañami­ento psicológic­o, pero no hay. Dice que su hijo desde el primer día que ingresó y vio cómo sufría la gente, solo hizo dos quimiotera­pias, y le dijo: ‘mamá, no quiero volver’.

“Yo invito a los funcionari­os o algún diputado a que vaya, pero que vaya de verdad, al Hospital Rosales”, reta Rodríguez.

“Mi hijo murió en junio, y casi un año un año después no salgo de las deudas de pagar todos los gastos que tuve que hacer. Yo que tengo un empleo; y te imaginás esa señora que hipotecó su terreno, también se murió, y segurament­e eso le costó a la familia quedarse sin su terreno”, expresa Xiomara.

“Yo no he vuelto al Hospital Rosales porque me trae demasiados malos recuerdos, pero me imagino que la situación es exactament­e la misma. Porque las personas con cáncer siguen estando en el mismo edificio viejo que está inhabilita­do porque fue dañado por los terremotos”, concluye Rodríguez.

“Mi hijo murió en junio, casi un año un año después no salgo de las deudas de pagar todos los gastos que tuve que hacer”. “Te imaginás esa señora que hipotecó su terreno, también se murió, y segurament­e eso le costó a la familia quedarse sin su terreno”. XIOMARA RODRÍGUEZ, MADRE DE UN PACIENTE

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