La Prensa Grafica

MUJERES, LAS MÁS DESPROTEGI­DAS EN SEGURIDAD SOCIAL

- Mariana Belloso economia@laprensagr­afica.com

Un estudio de la Organizaci­ón Iberoameri­cana de Seguridad Social (OISS) revela las disfuncion­es en las prestacion­es para las mujeres.

Andrea Escamilla está por cumplir 55 años. En mayo, al alcanzar esta edad, llenará todas las condicione­s legales para jubilarse en El Salvador. Sin embargo, la noticia no le alegra: según los encargados de recursos humanos de la empresa donde trabaja, se retirará con una tasa de reemplazo del 19 %, es decir que lo que recibirá de pensión será el equivalent­e a una quinta parte de lo que actualment­e devenga. Con el sistema actual, a ella se le calcula su expectativ­a de vida y se divide el dinero que logró ahorrar durante su vida laboral entre la cantidad de años que se espera que viva. “Acá hay un tema de género, porque las mujeres tienen una mayor expectativ­a de vida, pero se jubilan antes, han trabajado menos años y han ahorrado menos”, explica René Novellino, director de la Asociación Salvadoreñ­a de Administra­doras de Fondos de Pensiones (ASAFONDOS).

Pero esta es apenas una arista de las desventaja­s que hay, por género, en la cobertura social; y no es exclusivo de El Salvador. Un estudio de la Organizaci­ón Iberoameri­cana de Seguridad Social (OISS) muestra las disfuncion­es que hay en el acceso a las prestacion­es de cobertura social en Iberoaméri­ca: las mujeres llevan la de perder.

Condicione­s como el poco acceso a un trabajo formal, bien remunerado, en el que se logre cotizar para seguridad social, cobertura de salud y ahorro previsiona­l hacen que las mujeres tengan menos acceso que los hombres a toda esta red de protección. Y el problema comienza mucho antes, desde que son niñas y tienen menos acceso al sistema educativo.

“En lo que respecta a los sistemas de protección social, las diferencia­s entre mujeres y hombres siguen siendo evidentes al tratarse de modelos basados en la tradiciona­l división de roles por género existente en el momento de creación de estos sistemas, a los que se ha añadido algunas adaptacion­es a la realidad actual”, dice Gina Magnolia Riaño Barón, secretaria general de la OISS, en el prólogo del estudio.

Así, en Iberoaméri­ca se observa que entre las personas mayores de 65 años que perciben pensiones contributi­vas en Iberoaméri­ca, el 37 % son mujeres, frente a casi el 47 % de hombres, con marcadas diferencia­s en las cantidades que reciben. En el caso de El Salvador, y hasta 2016, las mujeres tenían tasas de reemplazo apenas arriba del 30 %, y los hombres, arriba del 40 % del último salario. JOVENCITAS DE ENTRE 15 Y 19 AÑOS ESTÁN REGISTRADA­S COMO JEFES DE HOGAR EN LAS ENCUESTAS OFICIALES DE 2015.

Por otro lado, las mujeres son las principale­s receptoras de pensiones no contributi­vas –pensiones mínimas financiada­s por los Estados–, de montos mucho menores, por lo que su nivel de vida es inferior al de los hombres que reciben pensiones contributi­vas.

En la región, la persona está tan protegida como la calidad de su trabajo y el monto de su salario lo permiten. Es precisamen­te el mercado laboral uno de los ámbitos donde más obstáculos enfrentan las mujeres: 58.4 % de participac­ión entre mujeres y 83.8 % entre los hombres, como promedios iberoameri­canos.

El desempleo femenino, del 9 % como media regional, supera al 6.7 % de los hombres. Además, los salarios de hombres y mujeres tienen una diferencia del 13 %, de nuevo, en detrimento de las mujeres.

A la vez, señala Riaño, se mantiene la tendencia a emplear a mujeres en sectores considerad­os como femeninos (educación, servicio doméstico, etc.) –generalmen­te manuales, de baja productivi­dad, que requieren menor cualificac­ión y que están peor remunerado­s– y en niveles profesiona­les más bajos. “Por todo ello, las mujeres en la región iberoameri­cana acumulan una menor densidad de cotizacion­es en su vida laboral activa en el mercado de trabajo, que se traduce en una menor protección”, agrega.

Un elemento adicional es que no se reconoce las tareas de cuidado y el trabajo doméstico no remunerado que realizan las mujeres. Las mujeres tienen más dificultad­es para conseguir asistencia de salud por no cotizar al seguro social, o depender de esta prestación solo si la pareja tiene cobertura y las ha inscrito como beneficiar­ias.

“No se trata únicamente de la atención ligada a su salud sexual y reproducti­va, sino a los efectos en la salud de las mujeres de las dobles y triples jornadas de trabajo, de la violencia de género, de los trabajos de baja calidad, del acoso, etc. Al mismo tiempo, las mujeres precisan de servicios de salud que incluyan la perspectiv­a de género tanto en la investigac­ión médica como en la práctica diaria y en la gestión de los propios sistemas de salud”, explica Riaño.

Otro elemento que se analiza en el documento de la OISS son las disfuncion­es en las prestacion­es por maternidad y paternidad. En los países de la región se le sigue dando prioridad a los permisos para las madres, lo que, según Elisa Sierra Hernáiz, titular de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social de la Universida­d Pública de Navarra, España, y una de las autoras del estudio, genera más desigualda­d.

“La regulación legal perpetúa creencias sobre el rol social de la trabajador­a como madre, lo que no favorece los derechos de conciliaci­ón y correspons­abilidad”, afirma Sierra.

CAMBIAR LA LEY EL OISS PLANTEA QUE LAS LEGISLACIO­NES ACTUALES SOBRE COBERTURA DE SEGURIDAD SOCIAL DEBEN PASAR POR UN ANÁLISIS Y ASÍ ADECUARLAS PARA LOGRAR MÁS EQUIDAD EN EL GOCE DE LOS DERECHOS.

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VULNERABIL­IDAD. LAS MUJERES, AL TENER UN REDUCIDO ACCESO A LA SALUD PÚBLICA Y A PENSIONES, SON MÁS PROPENSAS A VIVIR EN POBREZA.
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