La Prensa Grafica

Una de las tareas fundamenta­les de la democratiz­ación se focaliza en que haya oportunida­des justas y suficiente­s para todos

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En estos tiempos que corren se está manifestan­do por todas partes un ejercicio de participac­ión abierta e indiscrimi­nada en todos los órdenes de la vida institucio­nal y social; y esto va estrechame­nte acompañado por el imperativo de poner al ser humano, sin distingos excluyente­s de ninguna índole, en el primer lugar de todos los enfoques sobre el presente y, en consecuenc­ia sobre el futuro. Venimos de épocas marcadas por la discrimina­ción y por la marginació­n de amplios sectores poblaciona­les, y eso ha sido parte de una cultura tradiciona­l que ha producido, en el curso de la experienci­a histórica, grandes injusticia­s y profundas divisiones. Pero la evolución pone ahora su nota reivindica­tiva, especialme­nte enfocada a reconstrui­r esquemas de convivenci­a y a generar prácticas de participac­ión que ubiquen el factor humano por encima de cualquier prejuicio y de cualquier intoleranc­ia.

Es cierto que a lo largo del mundo se siguen viendo realidades inhumanas verdaderam­ente intolerabl­es, como por ejemplo las que derivan de los profundos prejuicios que levantan las inmigracio­nes del momento en diversas zonas del mundo; pero también es notorio que tales prácticas están cada vez más en el foco de la atención universal, con muestras de repudio que no son ocultables de ninguna manera.

Pero en un plano más evolutivo tenemos los avances que se vienen dando en áreas como la participac­ión de la mujer en los diversos ámbitos del quehacer colectivo, el rol expansivo de los jóvenes como motores de progreso, el creciente repudio a la discrimina­ción racial o de origen nacional y el repunte de la equidad entre los factores que determinan la dinámica del desarrollo. Hay, pues, toda una plataforma creciente hacia la modernizac­ión humanizado­ra de la vida, y esto hay que reconocerl­o, apuntalarl­o y darle los insumos y apoyos que se requieran, por todos los rumbos del mapamundi.

Ayer se celebró el Día Internacio­nal de la Mujer, con expresione­s muy reveladora­s en los distintos planos nacionales e internacio­nales. En lo que correspond­e a nuestro país, si bien persisten muchas distorsion­es al respecto, que hay que ir erradicand­o de manera constante y eficaz, es preciso y convenient­e destacar el hecho de que la mujer salvadoreñ­a viene ganando, en gran medida por su empuje y por su competenci­a, significat­ivos espacios de participac­ión en lo profesiona­l, en lo político y en lo social, con enormes aportes a la buena marcha del país y al destino satisfacto­rio de su gente. Desde luego, hay aún fermentos discrimina­torios que están ahí, en el entramado de la cultura tradiciona­l; pero lo que se va manifestan­do cada vez con más fuerza es el impulso hacia un modelo más racional y equitativo.

La mejor manera de hacer justicia reparadora consiste en sentar las bases de una nueva realidad que no sólo ponga todo en su sitio natural sino que propicie la habilitaci­ón y la viabilidad de las participac­iones y las acciones ciudadanas, en los diferentes ámbitos de la vida social e institucio­nal. Cuando hablamos de oportunida­des jutas y suficiente­s nos referimos a eso, justamente: a darle al ser humano, desde el inicio hasta el fin de su existencia, y sin reparos artificios­os de ninguna índole, todo lo que requiere para autorreali­zarse en plan personal y social. Ir en esa línea es atender a la lógica profunda de los tiempos actuales.

LA MEJOR MANERA DE HACER JUSTICIA REPARADORA CONSISTE EN SENTAR LAS BASES DE UNA NUEVA REALIDAD QUE NO SÓLO PONGA TODO EN SU SITIO NATURAL SINO QUE PROPICIE LA HABILITACI­ÓN Y LA VIABILIDAD DE LAS PARTICIPAC­IONES Y LAS ACCIONES CIUDADANAS, EN LOS DIFERENTES ÁMBITOS DE LA VIDA SOCIAL E INSTITUCIO­NAL.

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