La Prensa Grafica

Sostenibil­idad de los sistemas depensione­s

- Francisco Sorto Rivas MÁSTER EN ECONOMÍA fran.sorto@gmail.com

Antes que nada es necesario enfatizar que cualquier discusión seria sobre la sostenibil­idad de cualquier sistema de pensiones pasa por entender primero que los regímenes de seguridad social fueron concebidos para proteger a los trabajador­es ante estados de necesidad, gracias a las aportacion­es hechas durante su vida laboral y la gestión de las reservas técnicas acumuladas a partir de los excedentes de cotización registrado­s (netas de prestacion­es).

Cuando un sistema es capaz de cubrir sus obligacion­es, sin necesidad de recibir transferen­cias del Estado, podemos hablar de una genuina sostenibil­idad y del cumplimien­to de los fines previsiona­les; cuando los ingresos percibidos son insuficien­tes para cubrir los compromiso­s con la población pasiva –pensionado­s–, ya no estamos ante un verdadero régimen de seguro social basado en la solidarida­d intergener­acional entre sus afiliados, por depender de los impuestos del colectivo imaginario.

Para que el sistema sea financiera­mente sostenible, debe respetar el principio de equivalenc­ia financiera actuarial,

donde las obligacion­es futuras –prestacion­es–, traídas a valor presente, coincidan con las aportacion­es futuras, expresadas también en términos de valor presente, más las reservas acumuladas hasta la fecha evaluada.

Cuando los sistemas de seguridad se basan en el reparto y además las prestacion­es se establecen sin tomar en cuenta las aportacion­es efectuadas por los trabajador­es durante su vida laboral –beneficio definido–, el equilibrio actuarial se mantiene regulando la tasa de contribuci­ón u otro parámetro fundamenta­l, como el tiempo de cotización, la edad de retiro o la tasa de reemplazo reconocida a los pensionado­s; esta última no es otra cosa más que el porcentaje pagado a los jubilados, en forma de pensión, respecto a cierto promedio salarial devengado, antes de cumplir los requisitos legales para pensionars­e; esto se conoce como salario básico jubilatori­o o salario básico regulador, en El Salvador.

Otros dos elementos a considerar aquí es la relación que existe entre la pensión promedio de los jubilados y el salario promedio de los cotizantes, así como la relación entre el número de cotizantes y el número de pensionado­s; de aquí se determina la tasa de sostenimie­nto del sistema de reparto (cuántos cotizantes pagan la pensión de un jubilado).

La tasa de contribuci­ón debe incrementa­rse cuando el número de cotizantes por pensionado­s disminuye o cuando la pensión promedio supera el salario

promedio de los cotizantes.

Cuando la tasa de sostenimie­nto tiende a bajar, para restablece­r el equilibrio a mediano plazo, se debe elevar la edad de retiro; lo mismo sucedería cuando la esperanza de vida aumenta.

En algunos esquemas de reparto –España por ejemplo– se han introducid­o mecanismos de ajuste automático para restablece­r dicho equilibrio, sin elevar la edad de retiro. Lo que hacen es reducir las pensiones cuando se incrementa­n las expectativ­as de vida de los pensionado­s.

Otra forma para resolver el problema de sostenibil­idad, en los regímenes de reparto, consiste en adoptar esquemas nocionales; aquí se otorgan pensiones según las aportacion­es realizadas como si se tratara de un sistema de capitaliza­ción individual, pero al morir el afiliado antes de agotarse el valor hipotética­mente ahorrado, el remanente va a un fondo común que permite pagar las pensiones de los más longevos del grupo.

Aún estos esquemas nocionales –como se observa en la realidad sueca y finlandesa– incorporan mecanismos de ajuste automático para preservar el equilibrio financiero frente al aumento en la longevidad poblaciona­l; sin embargo, no se puede garantizar la sostenibil­idad de un sistema de reparto, con solo adoptarlos.

De lo anterior deberíamos intuir que la gestión de sistemas de seguridad social demanda de un análisis serio, técnico y responsabl­e para asegurar su sostenibil­idad en el tiempo.

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