Debemos madurarcomo sociedad
Un amigo taiwanés me decía hace unos días durante una visita a Taipéi, la capital de ese país, que los chinos que llegaban como turistas eran muy desordenados y siempre preguntaban cómo era que los habitantes de la isla podían hacer fila sin renegar y tener la ciudad tan limpia.
Y es que realmente no exagera. No solo la ciudad es impecable, es todo el país y la sociedad de 23.5 millones de personas que vive en ese territorio de poco más de 36,000 kilómetros cuadrados.
Una funcionaria del Ministerio de Relaciones Exteriores de la República de China (Taiwán) –que es la forma en cómo ellos oficialmente se refieren a sí mismos, aunque nosotros insistamos en llamarlos Taiwán, a secas–, Francisca Y.T. Chang, jefa del Departamento de Asuntos Latinoamericanos, explica que la Constitución obliga a dedicar el 15 % en educación. Y ahí, al igual que con los chinos, los taiwaneses tienen una gran diferencia con los salvadoreños.
No solo destinamos mucho menos en el presupuesto a educación, sino que la cultura cívica es casi inexistente en el país.
Muchos dirán que es por culpa de los años de conflicto armado, que ahí se perdieron los valores, que son los nuevos tiempos y la falta de respeto de los más jóvenes, algo que no se ve en otras sociedades, donde los más viejos son venerados con respeto.
Sin embargo, mucho tiene que ver con la actitud personal, no solo de los ciudadanos de a pie (de aquel que tiene perro, que lo saca a pasear pero no recoge las suciedades, porque “es pequeño” o porque sencillamente no le importa), sino también de nuestros dirigentes.
Hemos visto cómo a funcionarios electos con el voto popular no les importa violar leyes o sencillamente las ignoran. O que llaman a la ciudadanía a hacer esfuerzos para gastar menos (le suben a la energía eléctrica y dicen que es para que aprendamos a ahorrar), pero vemos que el tren de gastos de los burócratas (sean del Ejecutivo, Legislativo o Judicial, la gente no hace distinciones, salvo de que viven del dinero que les paga el Estado) va en aumento, ya sea en viajes, en caravanas o en salarios astronómicos.
Los últimos meses hemos visto cómo se ha lanzado desde la Fiscalía General de la República una cruzada para combatir a los funcionarios corruptos. Ese es un esfuerzo que, como sociedad, debemos acuerpar todos. Se trata de darle buen uso a los recursos públicos –fondos que todos ayudamos a crear, al pagar nuestros impuestos– para que haya medicinas en los hospitales y dinero para pagarle a los policías. Pero también para que podamos caminar solos, como una sociedad comprometida a madurar. ¿O será que acaso necesitaremos siempre un tutor, un adulto responsable que nos diga hacia dónde podemos ir, qué no debemos hacer, a quién debemos castigar? No lo creo. Debemos forjar nuestro propio camino y madurar.