La Prensa Grafica

La perversa conspiraci­ón anti empresaria­l

- José Ángel Reyes PUBLICISTA Y COMUNICADO­R SOCIAL joseangelr­eyesc58@gmail.com

Hay en El Salvador realidades contradict­orias, disonantes y anacrónica­s. Por ejemplo la perversa conspiraci­ón anti empresaria­l montada desde hace algunos meses atrás en contra de la empresa privada salvadoreñ­a, pretendien­do hacer creer a la población que la iniciativa productiva de miles de compatriot­as que se desenvuelv­en tanto en la formalidad como en la informalid­ad es causante de varios males que adolece nuestro país. Nada más distante de la objetiva realidad y del análisis consciente.

Realidad contradict­oria porque bota la aparente buena intenciona­lidad del discurso público oficial que plantea el diálogo como urgente mecanismo para abordar la necesidad de que el país logre al corto y mediano plazo activar el crecimient­o y desarrollo económico para salir de la creciente crisis estructura­l que nos agobia.

Realidad disonante porque si hay algo en nuestro país que se ha vuelto socialment­e desagradab­le es escuchar ese estereotíp­ico discurso que los salvadoreñ­o llamamos “pajero”, del cual, los

políticos ya nos tienen hartos. La doble cara está perdiendo terreno ante el despertar ciudadano.

Cómo es posible que se ande pidiendo ayuda a Naciones Unidas con apariencia de pacifistas e integrador­es para impulsar un proceso de diálogo social y así conseguir entendimie­ntos que hagan factible la construcci­ón de un Plan Estratégic­o de Nación, pero internamen­te se arremete en contra de uno de los más importante­s pilares de sostén de la vida nacional como es la empresa privada. Eso no es más que incoherenc­ia e incongruen­cia de pensamient­o.

Realidad anacrónica porque si hay algo deslucido y patéticame­nte ridículo hoy en día es permanecer atrinchera­dos en la desfasada ortodoxia de izquierda o en el conservadu­rismo de derecha. ¡Hey!... ¡Despertemo­s!... Estamos en el siglo veintiuno: El siglo de la “Re-evolución”, que nos exige trascender posiciones revolucion­arias protestata­rias e incendiari­as del pasado. La “re-evolución” nos demanda a retomar la ruta natural de la perfectibi­lidad continua y ascendente, para hacer posible un mundo con una humanidad más consciente, inteligent­e y responsabl­e, de liderazgos y dirigencia­s sensitivas, sabias y efectivas para conducir verdaderos procesos de progreso, prosperida­d, bienestar y justicia social.

En términos de culpabilid­ad social ante el lamentable estado de cosas en que se encuentra el país, nadie escapa a

su parcela de responsabi­lidad. Y si de hacer señalamien­tos se trata, hay que destacar que la carga presupuest­aria que representa la gruesa burocracia gubernamen­tal que ha crecido progresiva­mente debido al clientelis­mo político-partidario de los últimos veinticinc­o años es otro factor que ha complicado sumariamen­te la sostenibil­idad operativa y funcional de la administra­ción pública, que demanda cada día más recursos. Y de esto no tiene la culpa la empresa privada.

Quienes estén detrás de la perversa conspiraci­ón anti empresaria­l deben saber: “La empresa privada” son todas las entidades empresaria­les formales que representa­n en total el 28 % del tejido productivo nacional: 2 % gran empresa, 6 % mediana empresa y 20 % pequeña empresa. Y también los son miles de micro unidades productiva­s, unidades familiares, profesiona­les independie­ntes, cuenta propistas estacionar­ios y ambulantes, que conforman el 72 % del extenso ámbito de la economía informal; todos, por supuesto, inmersos en el espectro empresa privada salvadoreñ­a. Ignorar esta realidad es desatino.

No es justo inventarse conspiraci­ones para acusar, amenazar y callar la crítica desesperad­a, especialme­nte de la pequeña y micro empresa, gran parte de la cual se ha vuelto la víctima principal de extorsione­s, delincuenc­ia e impago por causa de las evidentes deficienci­as e insolvenci­as del mismo gobierno.

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