La perversa conspiración anti empresarial
Hay en El Salvador realidades contradictorias, disonantes y anacrónicas. Por ejemplo la perversa conspiración anti empresarial montada desde hace algunos meses atrás en contra de la empresa privada salvadoreña, pretendiendo hacer creer a la población que la iniciativa productiva de miles de compatriotas que se desenvuelven tanto en la formalidad como en la informalidad es causante de varios males que adolece nuestro país. Nada más distante de la objetiva realidad y del análisis consciente.
Realidad contradictoria porque bota la aparente buena intencionalidad del discurso público oficial que plantea el diálogo como urgente mecanismo para abordar la necesidad de que el país logre al corto y mediano plazo activar el crecimiento y desarrollo económico para salir de la creciente crisis estructural que nos agobia.
Realidad disonante porque si hay algo en nuestro país que se ha vuelto socialmente desagradable es escuchar ese estereotípico discurso que los salvadoreño llamamos “pajero”, del cual, los
políticos ya nos tienen hartos. La doble cara está perdiendo terreno ante el despertar ciudadano.
Cómo es posible que se ande pidiendo ayuda a Naciones Unidas con apariencia de pacifistas e integradores para impulsar un proceso de diálogo social y así conseguir entendimientos que hagan factible la construcción de un Plan Estratégico de Nación, pero internamente se arremete en contra de uno de los más importantes pilares de sostén de la vida nacional como es la empresa privada. Eso no es más que incoherencia e incongruencia de pensamiento.
Realidad anacrónica porque si hay algo deslucido y patéticamente ridículo hoy en día es permanecer atrincherados en la desfasada ortodoxia de izquierda o en el conservadurismo de derecha. ¡Hey!... ¡Despertemos!... Estamos en el siglo veintiuno: El siglo de la “Re-evolución”, que nos exige trascender posiciones revolucionarias protestatarias e incendiarias del pasado. La “re-evolución” nos demanda a retomar la ruta natural de la perfectibilidad continua y ascendente, para hacer posible un mundo con una humanidad más consciente, inteligente y responsable, de liderazgos y dirigencias sensitivas, sabias y efectivas para conducir verdaderos procesos de progreso, prosperidad, bienestar y justicia social.
En términos de culpabilidad social ante el lamentable estado de cosas en que se encuentra el país, nadie escapa a
su parcela de responsabilidad. Y si de hacer señalamientos se trata, hay que destacar que la carga presupuestaria que representa la gruesa burocracia gubernamental que ha crecido progresivamente debido al clientelismo político-partidario de los últimos veinticinco años es otro factor que ha complicado sumariamente la sostenibilidad operativa y funcional de la administración pública, que demanda cada día más recursos. Y de esto no tiene la culpa la empresa privada.
Quienes estén detrás de la perversa conspiración anti empresarial deben saber: “La empresa privada” son todas las entidades empresariales formales que representan en total el 28 % del tejido productivo nacional: 2 % gran empresa, 6 % mediana empresa y 20 % pequeña empresa. Y también los son miles de micro unidades productivas, unidades familiares, profesionales independientes, cuenta propistas estacionarios y ambulantes, que conforman el 72 % del extenso ámbito de la economía informal; todos, por supuesto, inmersos en el espectro empresa privada salvadoreña. Ignorar esta realidad es desatino.
No es justo inventarse conspiraciones para acusar, amenazar y callar la crítica desesperada, especialmente de la pequeña y micro empresa, gran parte de la cual se ha vuelto la víctima principal de extorsiones, delincuencia e impago por causa de las evidentes deficiencias e insolvencias del mismo gobierno.