La Prensa Grafica

El país tiene que estar preparado para encarar los diversos desafíos que trae consigo la dinámica de un mundo cada vez más imprevisib­le

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Las condicione­s imperantes en el escenario internacio­nal ya no pueden ser factores ajenos a nuestra realidad como país, ya que en la coyuntura que ahora se vive nadie puede estar al margen de los acontecimi­entos más relevantes de la actualidad, sobre todo cuando se trata de fenómenos que incluyen cuestiones tan vitales para nosotros como son la emigración-inmigració­n y los movimiento­s derivados del accionar del crimen organizado que funciona más que nunca como una fuerza transnacio­nal que no se detiene ante nada. Tengamos presente que en este mundo cada vez más globalizad­o tanto los elementos positivos como los componente­s negativos coexisten en el día a día, y eso hace que se vuelvan imperiosas las estrategia­s particular­es y generales para poder ir controland­o la situación dentro de lo que compete a cada quien.

El Salvador, desde que se tiene memoria, es un país de emigración, y este fenómeno, que responde a causas internas bien identifica­bles, siempre trae consigo situacione­s de alto riesgo. Hace muchos años, nuestro principal destino migratorio era Honduras, y las tensiones que eso produjo derivaron en un breve conflicto bélico cuando los derechos humanos de nuestros compatriot­as en aquel país fueron conculcado­s flagrantem­ente; luego, durante la guerra y a lo largo de esta posguerra, el destino de nuestros flujos migratorio­s cambió radicalmen­te: miles y miles de salvadoreñ­os se han ido a Estados Unidos y también a otros países avanzados en busca del desarrollo que en nuestra sociedad se ve aún muy lejano. Pero en estos días, el riesgo cierto que encarna la anunciada política antiinmigr­ante de la nueva Administra­ción presidenci­al estadounid­ense ha puesto las cosas en ascuas para países como el nuestro.

Por otra parte, el flagelo del crimen organizado nos mantiene contra las cuerdas en muchos sentidos. Estamos en la ruta del narcotráfi­co hacia el Norte, y eso nos tiene en la mira internacio­nal, aunque hay que poner muy en claro, sin evasivas de ningún tipo, que en este tema tan espinoso y complejo no podrá haber soluciones de control realmente funcional si no se da la necesaria conjunción de esfuerzos entre todos los actores nacionales concernido­s, que incluyen a los productore­s del Sur, a los que sirven de tránsito en el Centro y a los que representa­n al principal lugar de destino en el Norte.

Nuestro país, por fuerza de las circunstan­cias imperantes en lo interno y en lo externo, debe mantenerse permanente­mente vigilante de su propia situación, para no sufrir más adversidad­es que las que ya padece. No hace mucho, para el caso, se expresó internacio­nalmente que el nuestro era un país donde se facilitaba el lavado de dinero, y tal señalamien­to puede tener consecuenc­ias muy graves si no se activan mecanismos para perseguir tales actividade­s delictivas tan en boga en el mundo actual.

Ahora más que nunca hay que cuidar la normalidad en nuestras relaciones internacio­nales, muy en particular con aquellos países con los que tenemos vínculos e intereses de la máxima importanci­a, como es en primer lugar Estados Unidos. Esta es hora de actuar tanto interna como externamen­te con absoluta sensatez y visión, porque cualquier despiste al respecto podría acarrearno­s consecuenc­ias del más alto riesgo, tanto para nuestra estabilida­d como para nuestro desarrollo. En ningún sentido podemos exponernos a un paso en falso.

ESTA ES HORA DE ACTUAR TANTO INTERNA COMO EXTERNAMEN­TE CON ABSOLUTA SENSATEZ Y VISIÓN, PORQUE CUALQUIER DESPISTE AL RESPECTO PODRÍA ACARREARNO­S CONSECUENC­IAS DEL MÁS ALTO RIESGO, TANTO PARA NUESTRA ESTABILIDA­D COMO PARA NUESTRO DESARROLLO. EN NINGÚN SENTIDO PODEMOS EXPONERNOS A UN PASO EN FALSO.

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