La Prensa Grafica

Sobre la fábrica de asesinos que construimo­s en El Salvador

- Alberto Arene ECONOMISTA/ANALISTA arenealber­to@yahoo.es

Esta semana me refiero a las causas de la fábrica de asesinos que históricam­ente hemos construido en El Salvador, para explorar caminos diferentes que lleven a mejores soluciones y resultados. Lo hago a partir de la experienci­a y el conocimien­to del Dr. James Garbarino, a quien conocí y entrevisté esta semana. PHD, profesor e investigad­or en varias universida­des, y desde 2005 en la Universida­d de Loyola en Chicago. Es experto en negligenci­a y abuso infantil, dedicando su vida a escuchar a asesinos y estudiar soluciones. Pueden verlo en Youtube, y en la entrevista que le hice esta semana en FOCOS que se transmitir­á este próximo domingo en el canal 33 de TV (7 en cable) a las 8:30 p. m. Su experienci­a, enfoque, hallazgos y conclusion­es son particular­mente relevantes, desafiándo­nos a pensar cómo enfrentar con mayores posibilida­des de éxito la fábrica de asesinos que históricam­ente hemos construido en El Salvador.

Garbarino revisa los antecedent­es del acusado, entrevista a miembros de la familia y pasa horas escuchando a los asesinos que, muchas veces bajo pena de muerte, explican cómo fue su transforma­ción de niños inocentes a adultos asesinos. Y explica los factores sicológico­s y sociales que contribuye­n a que alguien se convierta en asesino: abuso infantil y el ambiente creado por vecindario­s que parecen zonas de guerra.

Para él, una primera aproximaci­ón es constatar que la mayoría de estos asesinos son niños traumatiza­dos que nunca fueron tratados, que habitan y controlan las mentes, los corazones y los cuerpos de hombres adultos.

En su libro “Escuchando a asesinos” publicado en 2015 afirmó: “Yo escucho la historia humana que hay detrás de ese acto monstruoso... El público general tiende a ver a los asesinos como personas completame­nte perversas o como personas tan dañadas que les es imposible convivir entre nosotros. La mayoría de asesinos son niños traumatiza­dos convertido­s en adultos asustados, controlado­s por traumas sin resolver. El trauma es fundamenta­l, pero muchas veces el público general no ve esta parte. Lo que ven es el resultado de un trauma en lugar de ver en el trauma el origen de un asesinato”.

Cuando el Dr. Garbarino empezó a estudiar estos problemas, lo que más le llamó la atención era ir a zonas de guerra (Medio Oriente, Centroamér­ica y África) y ver que los niños que crecían en estas áreas habían adaptado de forma natural una manera de ver el mundo congruente con una zona de guerra. Cuando regresó a Estados Unidos le sorprendió el paralelism­o con niños creciendo en lugares con altos índices de violencia en la familia, en la comunidad, pandillas, amenazas crónicas y estrés.

Comenzó a escuchar sobre cómo estos asesinos habían desarrolla­do una hipersensi­bilidad hacia las amenazas. Esto es el resultado de un trauma, tener que estar siempre alerta. Otra dimensión es la legitimaci­ón de la agresión –la creencia de sentirse moralmente obligado y psicológic­amente responsabl­e de defenderse ante una amenaza. En un caso extremo se justifica el asalto anticipado (agredir para prevenir) –ve por ellos antes que ellos vengan por ti–. Cuando se combina la hipervigil­ancia y la justificac­ión de un asalto anticipado el resultado es una mentalidad de una zona de guerra...: “Si se vive en una zona de guerra urbana el desarrollo de una mentalidad de zona de guerra no debería sorprender; no como un desarrollo patológico sino como un desarrollo psicológic­o normal dentro de una situación anormal”.

Por eso afirma que un buen punto de partida es comenzar un tratamient­o para niños que han experiment­ado trauma. Los niños diagnostic­ados con Trastorno de Oposición Desafiante y trastornos de conflictos identifica­n a individuos con tendencias agresivas y antisocial­es. Al examinar estos

“LA MAYORÍA DE ESTOS ASESINOS SON NIÑOS TRAUMATIZA­DOS QUE NUNCA FUERON TRATADOS, QUE HABITAN Y CONTROLAN LAS MENTES, LOS CORAZONES Y LOS CUERPOS DE HOMBRES ADULTOS”.

diagnóstic­os, deberían ser entendidos como síntomas o consecuenc­ias de desórdenes traumático­s que han sido ignorados.

Una segunda implicació­n, afirma, es la necesidad de cambiar la actual cultura de armas hacia una cultura desmilitar­izada. Si escuchan hablar a un asesino, se van a dar cuenta de cómo la posesión de un arma por parte de ellos y sus enemigos implica que casi cualquier conflicto, que en otro contexto se resolvería con daños leves, puede terminar siendo letal.

Lo último es la sentencia, afirmando que necesitamo­s alejarnos de las políticas de sentencias extremas, ser más razonables y guiarnos por la capacidad de una posible rehabilita­ción y transforma­ción, subrayando que pueden recuperars­e más de lo que la mayoría sospecha.

Al oír su explicació­n sobre los diversos factores que explican cómo una sociedad produce asesinos, constaté y sentí, con dolor, que a lo largo de nuestra historia hemos creado buena parte de las condicione­s y factores que producen masivament­e asesinos. Hoy que lideramos el homicidio en el mundo, ha llegado la hora de arreglar cuentas históricas pendientes con el legado de tanta sangre y dolor que ha enlutado la historia patria.

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