La Prensa Grafica

Prudencia y disciplina

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Vivimos una era de desborde verbal incontenib­le, y la expansión sin fin de las comunicaci­ones digitales está en el centro del fenómeno. Se dice y se ve de todo en cualquier instante y desde cualquier lugar, y si algún término está borrado del diccionari­o cotidiano es el término “límite”. Como en todo, aquí también hay luces y sombras. Así, la Internet puede ser caracteriz­ada como la encicloped­ia más rica y extensa de todos los tiempos, y a la vez como el mayor basurero que sea posible imaginar. Pero este desborde verbal al que nos referimos es expresión de una realidad más profunda: la crisis del autocontro­l prácticame­nte en todos los órdenes de la vida. Es una especie de globalizac­ión creciente de lo menos humano que hay en el ser humano, con efectos desestruct­uradores en las áreas más sensibles de la conciencia. En algún momento se tendrá que hacer un giro corrector hacia los dominios de la prudencia y de la disciplina, tanto en el decir como en el hacer, porque la incontinen­cia presente se vuelve cada vez más depredador­a. Pero volviendo a las palabras: no son sonidos que se lleva el viento, sino huellas vivas que no desaparece­n al gusto. Tenemos que recuperar, en algún sentido, la alianza virtuosa entre las palabras y el silencio, para usar ambos en el mejor sentido posible. El silencio es virtud, decía don Alberto Masferrer; y las palabras hablan por su cuenta, decía José Ingenieros. Las palabras callan lo suyo, y el silencio dice lo suyo. Por eso hay que tener mucho cuidado con ambos. Para organizar bien la propia vida y también la vida en comunidad, del tamaño que ésta sea, es preciso recuperar la prudencia y activar la disciplina, comenzando por lo que se dice y por lo que no se dice...

David Escobar Galindo

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