Violencia social y densidad poblacional
Existen infinidad de estudios científicos hechos con poblaciones de animales menores y en todos ellos la conclusión ha sido que cuando la densidad supera un límite racional, los individuos se vuelven violentos, agresivos y llegan a matar sus propias crías. Los investigadores han mantenido condiciones adecuadas per cápita en cuanto al alimento, agua y anidación para poder determinar una relación exclusiva en cuanto a conducta y densidad poblacional. Si escasean los recursos la violencia se incrementa y la crisis se anticipa.
Es conocido el estudio del Dr. John Christian sobre los venados que habitaron la pequeña isla James, bahía de Chesapeake, inmediata a Cambridge, en el noreste estadounidense. En la deshabitada isla alguien ubicó cinco de esos cérvidos que, debido a las condiciones favorables, se reprodujeron hasta llegar a una densidad muy elevada para ellos (cerca de 100/km²) lo que los volvió violentos, agresivos en muchos aspectos, tanto en lo sexual como en ataque a sus propias crías. Se mataban entre sí en peleas aparentemente sin motivo pues disponían de agua y alimentos en abundancia.
Autopsias sistemáticas en esos venados mostraron que todo en ellos era normal excepto sus glándulas suprarrenales que eran hasta 50 % más voluminosas que lo normal a causa de la sobreexcitación constante generada por la relativa aglomeración, lo que les provocaba un colapso nervioso que alteraba su conducta y los volvía agresivos hasta la muerte. Esta situación conductual es extrapolable al humano pues su convivencia en alta densidad genera un estado de tensión en “alerta máxima” a causa de la adrenalina que secretan sus crecidas glándulas suprarrenales.
Todo lo anterior obliga al menos a reflexionar que El Salvador con la densidad poblacional más alta de América Latina (cerca de 400/km²) tenga también las tasas más altas de homicidios por habitante (más de 80 por cien mil). En el AMSS hay urbanizaciones con 50,000 habitantes/km² y en el centro histórico de San Salvador, en día laboral circulan más de 220,000 personas en el km² comprendido entre 12ª avenida al oriente, 11ª avenida al poniente; 5ª calle al norte y 12ª calle al sur. Sería al menos una ingenuidad no esperar violencia en un país con tal aglomeración humana.
La dinámica demográfica del caso es todavía más preocupante. A nivel nacional el crecimiento poblacional incluyendo emigración, que tiende a reducirse por factores externos, es cercana a 2.8 % anual, duplicándose cada 25 años. Nuestra DIGESTYC –quizás por “orden superior”– afirma torpe y oficialmente que dicha tasa es de 0.3 % anual, ¡que duplica el número cada 233 años! La evidencia histórica y muchos otros indicadores anulan este último dato. Por la migración interna hacia el AMSS su tasa de crecimiento poblacional es cercana a 6.9 % anual que genera duplicación cada 10.14 años.
Todo lo anterior y un poco de lógica elemental obliga a razonar que para minimizar la violencia debemos tener una política de población que reduzca su crecimiento vegetativo a valores racionales y respalde una distribución más adecuada de la misma en nuestro estrecho y depredado territorio. No hacerlo –o lo que es peor, manipular cifras para ocultar el problema– será un error histórico que nos reclamarán las caóticas futuras generaciones salvadoreñas dentro de pocos años. Nunca he podido explicarme el motivo por el cual el CNSCC ha ignorado esta variable poblacional tan determinante. ¿Algún prejuicio religioso?