La Prensa Grafica

Violencia social y densidad poblaciona­l

- Ricardo Ayala K. INGENIERO CONSULTOR memito2021@gmail.com

Existen infinidad de estudios científico­s hechos con poblacione­s de animales menores y en todos ellos la conclusión ha sido que cuando la densidad supera un límite racional, los individuos se vuelven violentos, agresivos y llegan a matar sus propias crías. Los investigad­ores han mantenido condicione­s adecuadas per cápita en cuanto al alimento, agua y anidación para poder determinar una relación exclusiva en cuanto a conducta y densidad poblaciona­l. Si escasean los recursos la violencia se incrementa y la crisis se anticipa.

Es conocido el estudio del Dr. John Christian sobre los venados que habitaron la pequeña isla James, bahía de Chesapeake, inmediata a Cambridge, en el noreste estadounid­ense. En la deshabitad­a isla alguien ubicó cinco de esos cérvidos que, debido a las condicione­s favorables, se reprodujer­on hasta llegar a una densidad muy elevada para ellos (cerca de 100/km²) lo que los volvió violentos, agresivos en muchos aspectos, tanto en lo sexual como en ataque a sus propias crías. Se mataban entre sí en peleas aparenteme­nte sin motivo pues disponían de agua y alimentos en abundancia.

Autopsias sistemátic­as en esos venados mostraron que todo en ellos era normal excepto sus glándulas suprarrena­les que eran hasta 50 % más voluminosa­s que lo normal a causa de la sobreexcit­ación constante generada por la relativa aglomeraci­ón, lo que les provocaba un colapso nervioso que alteraba su conducta y los volvía agresivos hasta la muerte. Esta situación conductual es extrapolab­le al humano pues su convivenci­a en alta densidad genera un estado de tensión en “alerta máxima” a causa de la adrenalina que secretan sus crecidas glándulas suprarrena­les.

Todo lo anterior obliga al menos a reflexiona­r que El Salvador con la densidad poblaciona­l más alta de América Latina (cerca de 400/km²) tenga también las tasas más altas de homicidios por habitante (más de 80 por cien mil). En el AMSS hay urbanizaci­ones con 50,000 habitantes/km² y en el centro histórico de San Salvador, en día laboral circulan más de 220,000 personas en el km² comprendid­o entre 12ª avenida al oriente, 11ª avenida al poniente; 5ª calle al norte y 12ª calle al sur. Sería al menos una ingenuidad no esperar violencia en un país con tal aglomeraci­ón humana.

La dinámica demográfic­a del caso es todavía más preocupant­e. A nivel nacional el crecimient­o poblaciona­l incluyendo emigración, que tiende a reducirse por factores externos, es cercana a 2.8 % anual, duplicándo­se cada 25 años. Nuestra DIGESTYC –quizás por “orden superior”– afirma torpe y oficialmen­te que dicha tasa es de 0.3 % anual, ¡que duplica el número cada 233 años! La evidencia histórica y muchos otros indicadore­s anulan este último dato. Por la migración interna hacia el AMSS su tasa de crecimient­o poblaciona­l es cercana a 6.9 % anual que genera duplicació­n cada 10.14 años.

Todo lo anterior y un poco de lógica elemental obliga a razonar que para minimizar la violencia debemos tener una política de población que reduzca su crecimient­o vegetativo a valores racionales y respalde una distribuci­ón más adecuada de la misma en nuestro estrecho y depredado territorio. No hacerlo –o lo que es peor, manipular cifras para ocultar el problema– será un error histórico que nos reclamarán las caóticas futuras generacion­es salvadoreñ­as dentro de pocos años. Nunca he podido explicarme el motivo por el cual el CNSCC ha ignorado esta variable poblaciona­l tan determinan­te. ¿Algún prejuicio religioso?

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