Hay que aprovechar al máximo las oportunidades que se le presentan al país en este momento que es a la vez dificultoso y prometedor
ES PRECISO HACER DESPEGAR, SIN RESERVAS PREJUICIADAS, LAS ALIANZAS PÚBLICO-PRIVADAS EN TODOS LOS ÁMBITOS DEL DESARROLLO; Y LA EXPERIENCIA DE PAÍSES QUE HAN LOGRADO AVANCES ESPECTACULARES EN SU MODERNIZACIÓN PRODUCTIVA Y FUNCIONAL DEBE SERVIRNOS DE EJEMPLO.
El Salvador ha padecido a lo largo del tiempo los efectos nocivos de la tendencia a ir dejando las tareas fundamentales para un mañana que nunca llega. Esto ha hecho que en lugar de ir en avanzada directa hacia las metas del progreso hayamos ido en un zigzag cargado de incertidumbres. Todos los signos de la realidad actual empujan a salir de ese círculo vicioso que ya se volvió trampa histórica, para pasar a una nueva forma de funcionar como país, que fomente la estabilidad, consolide la seguridad y posibilite la prosperidad. Hasta hoy, esto ha parecido una especie de anhelo de casi imposible realización; pero cuando se enfocan los factores que están en juego para que tal percepción se haya mantenido en pie en forma tan prolongada, con facilidad llega a constatarse que los factores que más obstaculizan la buena marcha están en las voluntades y en las actitudes. Hay que cambiar el chip de las dirigencias nacionales y animarse a activar el presente y el futuro con otras visiones constructivas.
Hemos perdido oportunidades verdaderamente extraordinarias por estar clavados en criterios prejuiciosos e interesados, como ha ocurrido, como caso emblemático, con el Puerto de La Unión Centroamericana, que fue un proyecto de alcance superior, destinado a incorporarnos al plano del transporte marítimo mundial, y que se quedó en nada por mezquindades políticas, miopías de intereses y excusas dizque técnicas. Si ese Puerto se hubiera puesto a funcionar con un operador de nivel mundial, como eran los interesados en hacerlo, y hace casi una década, como era lo previsto, en enlace con Puerto Cortés de Honduras, habríamos ganado la iniciativa regional que hoy están activando otros. Y en lo tocante a lo realizado en la zona norte del país por el FOMILENIO I, eso prácticamente ha quedado a la deriva por falta de continuidad y ausencia de iniciativas complementarias en el tiempo.
Ahora, con FOMILENIO II en camino, hay que evitar a toda costa caer en los vicios que tanto daño nos vienen haciendo. En estos momentos, y en la línea de potenciar el desarrollo sostenible en el territorio que abarca dicho proyecto, se están iniciando estudios de prefactibilidad para apuestas empresariales privadas dentro de la Apuesta por Inversiones (API). La territorialización del desarrollo es, sin duda, una de las tareas vitales en este momento de la realidad nacional. Y eso implica unir esfuerzos entre lo público y lo privado, en proyectos que pueden tener la más variada índole. Es preciso hacer despegar, sin reservas prejuiciadas, las alianzas público-privadas en todos los ámbitos del desarrollo; y la experiencia de países que han logrado avances espectaculares en su modernización productiva y funcional debe servirnos de ejemplo.
Necesitamos liberarnos de retrancas obsoletas de todo tipo, sean políticas o económicas, y tener la vista puesta en conjunto hacia el horizonte del progreso real, en beneficio de todos los salvadoreños. Los más importantes desafíos que hay sobre el tapete donde se mueve la problemática principal en este preciso momento requieren un trabajo que sea a la vez visionario y consistente. Y hacia ahí tendrían que apuntar las iniciativas de todos los sectores, para que haya no sólo condiciones de éxito sino también imanes de acompañamiento.
Esta es hora de construir y de avanzar, y para sacarle todo el provecho posible hay que decidirse a actuar sin perder tiempo ni escatimar energías.