Los desánimos para la inversión
Las grandes economías del mundo crecieron sobre la base de las medianas, pequeñas y micro empresas. En la medida que una sociedad pueda resolver internamente sus necesidades, puede crear la capacidad de enviar sus productos al exterior y de mejorar los ingresos de su población.
Todos los gobiernos nos ofrecen lo mismo: que la economía va a mejorar. Nos piden que para cumplir eso es necesario que, como ciudadanos, paguemos nuestros impuestos, que creamos en el país, que confiemos en ellos.
El Estado debe garantizar que la prosperidad sea algo que esté disponible para todos, no solo para una minoría.
Para que la sociedad crezca, entonces, tiene que haber condiciones previas, como la garantía de la estabilidad jurídica (que no le cambien las reglas del juego a mitad del partido, pues), incentivos para la inversión y seguridad, tanto de bienes como de las personas mismas.
En El Salvador, hace años que estas condiciones no están disponibles para los inversionistas locales. Esta semana tuve la oportunidad de escuchar a un empresario que está al frente de una fábrica de alimentos. Para él, el clima es adverso para la inversión: exceso de burocracia para obtención de permisos, servicios caros, el Gobierno no amplía la base tributaria, sino que recarga a los que ya pagan impuestos, inseguridad, multas antojadizas...
Además, considera que algunas políticas que puedan sonar bien son, a la larga, perjudiciales. Por ejemplo, obligar a una empresa a utilizar materia prima producida localmente puede sonar una cosa muy buena, que dinamiza la economía y favorece a empresas nacionales. Sin embargo, si el mismo producto es más barato en el exterior, el beneficio para una de las empresas significa la pérdida para la otra.
El empresario cuenta que tampoco el ambiente en el gremio es el mejor del mundo, pues hay sectores que siempre buscan blindar sus intereses, por más que hablemos de la economía globalizada en la que estamos inmersos. Ahora, como en otros países del mundo, se aboga por proteger ciertos sectores y se enarbolan banderas de “proteccionismo”, que no es otra cosa que privilegiar a unos sobre otros en aras de garantizar a un sector local.
Y los ejemplos para El Salvador no están muy lejos. Ni en geografía ni en ideología de sus gobiernos. Ahí está Nicaragua, señala el empresario, gobernada por una agrupación de izquierda. En estos momentos, tiene un mejor clima de inversión. Hace poco estuvo en el país, cuenta el empresario, la agencia de promoción de inversiones de Nicaragua. Algunos hombres de negocios empezaron a hacer cálculos para poder hacer maletas y establecerse en las tierras de Sandino gobernadas por Daniel Ortega.
“Tratar de jugar con las reglas es bien difícil. Lo desmotivan, se la ponen bien difícil a uno”, resume este empresario.