El desafío de convivir
Vivimos una era en la que lo que más destaca son los desafíos galopantes unidos a las resistencias también galopantes. En otras palabras, después de tanto tiempo en que la humanidad estuvo atrapada en un esquema que parecía definitivo e inmutable, de pronto se ve expuesta a un turbión de transformaciones que no dieron señales anticipadas. Hay múltiples formas de expresión de tales desafíos, y por eso cada situación hay que enfocarla, descifrarla y tratarla en forma particular. El primero de tales desafíos es el desafío de convivir. Y es que en un escenario mundial cada vez más abierto las fronteras antiguas de toda índole tienden a difuminarse, haciendo que la convivencia se vaya haciendo visible y sensible sin los controles artificiosos que ya parecían naturales. Si bien percibimos los diversos fenómenos de conflictividad y de choque tan comunes en estos días a lo largo y a lo ancho del mapamundi, lo que va quedando patente es la tendencia al autoencierro con propósito defensivo. El bilateralismo excluyente que se está poniendo en boga es una muestra de ello. Desde luego, la globalización vino para quedarse y lo único que puede funcionar es justamente la creatividad global, que representa la antítesis de cualquier empeño aislacionista. La suerte de la humanidad en estos días y hacia adelante se medirá por la capacidad de compartir y no por la voluntad de revertir. Nos hallamos inmersos sin duda –todos y en todas las latitudes– en una experimentación de convivencia, original en prácticamente todos los sentidos; y en la medida que lo reconozcamos y lo asumamos en sus variadas implicaciones mejor nos irá en esta trayectoria que apenas comienza.
David Escobar Galindo