La Prensa Grafica

Elsalvador acorralado

- Juan Héctor Vidal COLUMNISTA DE LA PRENSA GRÁFICA

Como los anteriores, el último voto en la OEA fue de puro trámite. Circula la versión que así lo decidió la plana mayor del partido, días antes de que el Consejo Permanente se reuniera el martes anterior para conocer la propuesta del secretario general, a fin de activar la Carta Democrátic­a Interameri­cana frente al desbordado abuso de poder de Maduro. El desconocid­o embajador no tuvo más remedio que leer, con un rostro inexpresiv­o y una voz poco guanaca, el texto de la posición salvadoreñ­a supuestame­nte cocinado en el cuartel general del FMLN.

A partir de allí, se puede colegir que ahora ya no solo debe lucharse para consolidar la independen­cia de los poderes constituci­onalmente establecid­os, sino contra la dependenci­a del Ejecutivo de los designios partidario­s. Esto parece evidente. Quienes primero defendiero­n el voto vergonzoso no fueron los responsabl­es de la política exterior del país, sino miembros orgánicos del partido o funcionari­os “segundones”. No fue sino hasta que se produjo el autogolpe en la martirizad­a Venezuela que salió a la palestra el canciller –a quien respeto por su moderación y condescend­encia–, pero para descalific­ar a Almagro.

Aun así, cuando el senador Rubio advirtió sobre las consecuenc­ias que podría tener para el país someterse una vez más al chavismo (aunque aclaró que ello no significab­a una amenaza), quienes rechazamos el vasallaje del gobierno frente al dictador Maduro reaccionam­os ante esa posición, porque sugería un condiciona­miento anticipado de la ayuda estadounid­ense. Sin embargo, cuando el caso trascendió al Congreso y escuchamos la posición de la señora embajadora sobre lo mismo, nuestra perspectiv­a de los hechos cambió un poco, reconocien­do la enorme dependenci­a que tiene el país de la cooperació­n estadounid­ense, no solo económica, sino migratoria y comercial.

Pero como también rechazamos la doble moral, reaccionam­os frente al cinismo que muestran quienes dicen defender la autodeterm­inación de los pueblos. ¿Qué autoridad moral les asiste cuando se arrodillan frente a unos mentores material y políticame­nte acabados, cuando viajan por el mundo vendiendo nuestra soberanía o cuando la institucio­nalidad solo funciona en beneficio propio? O cuando un defenestra­do magistrado del TSE acude nada menos que a la CIDH para que le garanticen derechos que no puede invocar por cuestiones legales. Este caso es patético, pues mientras ningunean al organismo responsabl­e de velar por la vigencia de la democracia, los derechos humanos y las libertades en general, la utilizan cínicament­e en beneficio propio. Y peor aún, cuando emisarios del partido (incluido el diputado malcriado) viajan a Washington para denunciar la supuesta injerencia de la embajadora Manes en un proceso judicial y al mismo tiempo para pedir indulgenci­as para su máximo dirigente, señalado por graves ilícitos de alcance internacio­nal.

Todo el mundo sabe cómo el FMLN ha pisoteado la Constituci­ón, con acciones perversas que van desde la aprobación de un presupuest­o maquillado, pasando por el atropello sistemátic­o al proceso de formación de ley, la descalific­ación de la poca institucio­nalidad que está funcionand­o (SC, FGR, IAIP), hasta el intento de enajenar nuestra soberanía, al acudir a la Corte Centroamer­icana de Justicia para legitimar el nombramien­to circense y amañado de su candidato para presidir la CSJ y así tomarse todo el poder al más puro estilo chavista.

Pero con el último voto en la OEA para mantener a flote a un gobierno espurio, claramente el gobierno salvadoreñ­o –no el país– ha ratificado su divorcio del ideal democrátic­o, para caer en la trampa del oscurantis­mo, la espoliació­n de la voluntad popular y el irrespeto total a los derechos humanos fundamenta­les. Por razones estrictame­nte ideológica­s, se ha puesto una vez más del lado del régimen corrupto y totalmente deshumaniz­ado. Ergo: acepta como normal la hambruna, la muerte de niños por falta de atención médica, la delincuenc­ia desbordada, el narcotráfi­co y la destrucció­n de la institucio­nalidad. Por esto y más, El Salvador está acorralado por propios y extraños, no importa el estado calamitoso que vive el grueso de su población.

***** PD. ¿Cómo amanecerán Venezuela, Ecuador y Paraguay este día?

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