Seres de destino
Aunque con gran frecuencia pueda parecer lo contrario, cada ser humano tiene su repertorio propio de realizaciones posibles, muchas de ellas invisibles desde afuera. Nacemos en blanco, pero desde luego no permanecemos en blanco. Por el contrario, la función principal de la vida consiste en ir escribiendo en ese pliego original todo lo que nuestra capacidad y nuestra voluntad le dicten. Vivir, entonces, es coexistir con las opciones que llevamos en la carpeta del ser; y tal coexistencia constituye un desafío sin fin, que nos convierte en depositarios y en destinatarios de eso que justamente llamamos destino. Sí, porque todos y cada uno de nosotros, con independencia de las circunstancias que nos rodeen y nos determinen, somos seres de destino. Esto hay que recordarlo y subrayarlo porque la impresión que predomina en todas partes es que las condiciones socioeconómicas son las que dirigen inapelablemente la suerte de los seres humanos. Inciden, desde luego, pero nunca son capaces de cerrarle a aquel que se lo propone las rutas de su autorrealización. Veamos, si no, lo que han hecho los emprendedores en todo tiempo y lugar, por encima de las adversidades que se presenten. Seres de destino; es decir, seres de proyección sin límites. Y no es cuestión de éxito económico, sino de éxito existencial. Si ambos se integran, bienvenida sea la alianza; pero el éxito, en su dimensión superior, va más allá: es la afirmación de la individualidad sin límites.