El rescate de la caficultura es fundamental para el país por razones económicas, sociales y ambientales
Durante mucho tiempo el cultivo del café fue el sostén vital de la economía salvadoreña, y eso tenía un sustento histórico de larga data. Pero cuando el proceso nacional entró en una nueva fase inmediatamente después de la finalización del conflicto bélico interno, se plantearon nuevas perspectivas en el ámbito económico, y eso trajo a su vez una serie de decisiones que pretendían modernizar el sistema dejando atrás viejos moldes. Dentro de dicha lógica, que trataba de ligarse a los conceptos productivos de la época en los ámbitos internacionales, se tomaron líneas de acción con muy poco empalme con nuestras realidades propias. El café fue dejado de lado sin mayor análisis, en vez de emprender las reformas y los estímulos para poner dicho cultivo a tono con las nuevas exigencias.
Hoy, la situación de la cultura cafetalera en nuestro país es francamente calamitosa, y eso tiene efectos de significativo impacto en nuestras condiciones socioeconómicas y ambientales. Cuando recordamos que el café salvadoreño fue cuantitativa y cualitativamente uno de los principales del mundo se pone de inmediato en evidencia lo que hemos venido perdiendo por irresponsabilidad propia. Y es que, en términos generales, la agricultura es esencial en cualquier tiempo y lugar, y los países con más visión de realidad, sea cual fuere su poder económico, cuidan la agricultura como algo de primer orden.
Hay que rescatar el cultivo del café, con todos los instrumentos que estén al alcance; y como la situación ya llegó al límite de la crisis total, se ven ahora impulsos para habilitar tal rescate, que debe tener componentes estratégicos puestos a tono con las necesidades que se pretende cubrir y con las aspiraciones que se busca alcanzar. Al respecto, ayer se firmó un acuerdo para la recuperación de la caficultura nacional, en el cual participan representantes cafetaleros y dirigentes políticos de amplia gama. El propósito es de largo alcance, y se busca una efectiva reactivación en el terreno, lo cual favorecerá a los productores, a los trabajadores y al país.
Este es un paso que, como tal, tiene la capacidad de abrir una nueva época en dicho sector, y en consecuencia contribuir significativamente al mejoramiento socioeconómico general, por todo lo que el café genera. Los productores de distintos niveles están ahogados en las condiciones presentes, y en esa línea las facilidades crediticias y los apoyos tecnológicos serán vitales. Si, como se pretende, se logra establecer una dinámica de reactivación que, para empezar, rehabilite de veras cien mil manzanas en los próximos ocho años, los resultados serán verdaderamente reconstructivos, y servirán de ejemplo en otras áreas productivas.
El café salvadoreño debe reposicionarse en el mercado internacional con todas las ventajas que tiene; también es preciso conservar el bosque cafetalero que es tan determinante para la estabilidad del medio ambiente; a la vez hay que revisualizar este producto como una fuente muy importante de divisas; y en el aspecto social, la recuperación del empleo en el sector es de gran trascendencia para muchísimos salvadoreños, como lo grafica el hecho de la gran pérdida de puestos de trabajo en tiempos recientes. Hay que asegurar, pues, que este acuerdo funcione en serio; y para ello hay que seguirles la pista a las diversas acciones que se realizarán de aquí en adelante.
HAY QUE RESCATAR EL CULTIVO DEL CAFÉ, CON TODOS LOS INSTRUMENTOS QUE ESTÉN AL ALCANCE; Y COMO LA SITUACIÓN YA LLEGÓ AL LÍMITE DE LA CRISIS TOTAL, SE VEN AHORA IMPULSOS PARA HABILITAR TAL RESCATE, QUE DEBE TENER COMPONENTES ESTRATÉGICOS PUESTOS A TONO CON LAS NECESIDADES QUE SE PRETENDE CUBRIR Y CON LAS ASPIRACIONES QUE SE BUSCA ALCANZAR.