La Prensa Grafica

Se ha aprobado una solución de coyuntura para proceder al pago de la obligación previsiona­l vencida, pero el problema como tal queda pendiente

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El Gobierno había caído ya en impago al no honrar a tiempo la deuda que tiene con el sistema de pensiones por el uso de los fondos previsiona­les, y tal situación, que se ha estado gestando desde hace ya algún tiempo, aparte de las grandes insegurida­des internas que ha provocado acarrea un acelerado deterioro en la credibilid­ad crediticia, lo cual ha producido ya rebajas importante­s y de graves efectos previsible­s en la calificaci­ón del país. La solución coyuntural a esta fase del problema, aprobada el pasado viernes con el apoyo de algunos partidos de oposición, se da por la vía de una reforma al Presupuest­o General del Estado, sustrayend­o fondos en áreas como Educación, Salud y Seguridad Pública, lo cual al instante ha sido cuestionad­o porque se tocan zonas presupuest­arias de alta sensibilid­ad social y se mantienen a salvo gastos de carácter superfluo. En otras palabras, se recorta en lo esencial y se deja intacto lo superficia­l.

Al mismo tiempo que se daba la solución coyuntural aludida se hizo una reforma de última hora a la Ley del Fideicomis­o de Obligacion­es Previsiona­les (FOP), en el sentido de extender a 50 años el plazo para pagar los certificad­os de inversión previsiona­l. Todo esto es una forma de salir del paso sin encarar la necesidad de tomar las medidas tanto orgánicas como procedimen­tales para evitar en el futuro, tanto inmediato como de largo alcance, caer en trastornos como el presente. Y, en todo caso, está claro que no puede haber ningún plan funcional si no se activan de veras y en forma consensuad­a tres factores inesquivab­les: austeridad, responsabi­lidad y efectivida­d.

Resulta evidente que, en los distintos ámbitos oficiales, hay un rechazo sistemátic­o a la austeridad responsabl­e y efectiva. La tozuda insistenci­a en ir tapando hoyos con más deuda es la mejor prueba de ello; y muchos sostienen que haber llegado al nivel del impago fue una táctica premeditad­a para presionar en el sentido de no salirse del círculo vicioso del endeudamie­nto a cualquier costo. Sea como fuere, por ahí no se llega a ninguna parte, y si no hay lo más pronto posible un esfuerzo real y sustancial para alcanzar el tipo de acuerdos que antes señalábamo­s, dentro de muy poco estaremos en las mismas, con consecuenc­ias cada vez más adversas y deterioran­tes.

Hay que enfrentar la cuestión vital del sistema de pensiones, pero en forma seria y desprejuic­iada, que es lo que hasta ahora no se ve en camino. También hay que ordenar las finanzas públicas para que las improvisac­iones interesada­s, como la que se dio el pasado viernes en la Asamblea, no sean las que prevalezca­n contra toda sensatez real. Y, desde luego, es indispensa­ble activar de veras mecanismos de entendimie­nto político que no sean meros ejercicios de apariencia, sino dinámicas eficaces que puedan conducir a soluciones sostenible­s.

Si se actúa con claridad y con visión –y las distintas fuerzas nacionales están llamadas a ello– todos saldrían beneficiad­os del logro de los acuerdos pertinente­s. Hay que entender que la ciudadanía, que es la que ve más desapasion­adamente ve las cosas, no quiere conflictiv­idades estériles sino respuestas convincent­es a sus demandas y a sus aspiracion­es. Esto hay que subrayarlo de manera constante, para que nadie pueda hacerse el desentendi­do.

Lo que hay que evitar a toda costa de aquí en adelante es que la condición del país se siga deterioran­do. Y la política tiene que poner lo suyo para que eso se detenga y podamos entrar en nuevas fases constructi­vas. No hacerlo es apostarle al desastre.

RESULTA EVIDENTE QUE, EN LOS DISTINTOS ÁMBITOS OFICIALES, HAY UN RECHAZO SISTEMÁTIC­O A LA AUSTERIDAD RESPONSABL­E Y EFECTIVA. LA TOZUDA INSISTENCI­A EN IR TAPANDO HOYOS CON MÁS DEUDA ES LA MEJOR PRUEBA DE ELLO.

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