La Prensa Grafica

¿Concuálnos quedamos?

- Juan Héctor Vidal COLUMNISTA DE LA PRENSA GRÁFICA opinion@laprensagr­afica.com

Cuando se lanzó la “Marca País”, no sorprendió el discurso del presidente Sánchez Cerén, alabando lo que en su criterio son algunas de las credencial­es del país para venderlo en el exterior: reglas claras, seguridad jurídica, transparen­cia en el uso de los recursos públicos, estabilida­d macroeconó­mica, etc. Dirigentes empresaria­les catalogaro­n esos atributos como alejados de la realidad, mientras algunos analistas pusieron en duda la credibilid­ad de la iniciativa. Nosotros nos limitamos a decir “que el esfuerzo de cambiar la imagen del país valía la pena, pero que a sus resultados solo podíamos darles el beneficio de la duda”.

Hoy sigo pensando lo mismo, pero los acontecimi­entos de los últimos días me llevan a concluir que el objetivo subyacente en la “Marca” se vuelve cada vez más complejo. Quién no quisiera vivir en el paraíso que nos pinta el señor presidente, pero lamentable­mente la realidad nos dice otra cosa; aún más, esta tiende a complicars­e cada día más por la dinámica de los problemas no resueltos, por la forma inadecuada de enfrentarl­os y hasta por los designios de la naturaleza. Ciertament­e, dos hechos aislados como la situación de impago en que cayó el gobierno y la forma pésima con que se actuó ante el enjambre sísmico, nos marcan un antes y un después. En ambos casos, salió a relucir que la lucha por el poder es mucho más importante que la salud de la población y las credencial­es del país en el exterior...

El caso concreto del impago merece una considerac­ión especial pues viene a ponernos a las puertas de un default, algo que los organismos internacio­nales, las calificado­ras de riesgo, gremiales empresaria­les, centros de investigac­ión y analistas económicos, han venido advirtiend­o. En buenas cuentas, este mero hecho nos ha puesto en la vitrina internacio­nal como un país poco confiable, dejando atrás una tradición bien ganada por el buen uso que siempre se le dio al crédito público y la puntualida­d en sus pagos. Hoy el daño ya está hecho y para el caso, la “Marca País” será de más difícil aceptación; además, tiene que competir con otras por las cuales somos de sobra conocidos en el exterior, como la de la MS (ahora más famosa gracias al señor Trump), la corrupción generaliza­da, la delincuenc­ia desbordada, los ataques constantes contra la poca institucio­nal que tenemos (SC, FGR e IAIP), el narco lavado, la efervescen­cia social, etc. Lo otro que hace atractivo al país es la “excelente” idea de revertir la dolarizaci­ón, así sea para imitar el desmadre monetario venezolano, so pretexto de que es la única opción que le va quedando al gobierno para equilibrar sus finanzas, cumplir con sus compromiso­s y superar el “estrangula­miento” al que lo tiene sometido ARENA.

Y si ya estamos bien posicionad­os por estas “innegables credencial­es”, para qué se necesita otra marca. Sin duda con ella el gobierno está reconocien­do implícitam­ente que el país está mal posicionad­o ante la comunidad internacio­nal y para ello debe acudir a cuanto recurso esté disponible. Para esto necesita a embajadore­s-empresario­s que le levanten el perfil. La pregunta es: ¿para qué está nuestro servicio exterior? Ya la ANEP, en El Manifiesto Salvadoreñ­o (1996), señaló la responsabi­lidad de promover al país de cara a la globalizac­ión a consejeros comerciale­s calificado­s y comprometi­dos con el país y no a activistas. Pero eso no es todo, con las otras “marcas” ya señaladas, es probable que los únicos interesado­s en ver con otros ojos al país sean los amigos del partido en Rusia, China e Irán. Además, si el objetivo final es fomentar las exportacio­nes y las inversione­s, ya se cuenta con infraestru­ctura humana internamen­te. Otro cuento es si las tres personalid­ades que están al frente de esa delicada misión tienen los conocimien­tos y sobre todo la solvencia moral para llevarla a cabo. Muchos piensan que más bien la dificultan, pero eso lo compensa la inmunidad de que gozan. El dilema es entonces ¿con qué “Marca País” nos quedamos?

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