Subiendo salarios, no muros
FOMENTAR LA INCLUSIÓN FINANCIERA DE LOS INMIGRANTES Y DESTINAR LAS REMESAS HACIA USOS MÁS PRODUCTIVOS EN LAS ÁREAS RECEPTORAS PODRÍA ABORDAR LAS CAUSAS RAÍZ DE LA MIGRACIÓN.
La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca se debió a los sentimientos de malestar de sus votantes. Trump fomentó y canalizó el coraje de sus simpatizantes por medio de una narrativa que atribuía cualquier problema económico que tuvieran a las fábricas que trasladaban la producción a México, y a los migrantes que robaban cualquier empleo que hubiera quedado en Estados Unidos.
Para apaciguar estos temores y restaurar la grandeza de los Estados Unidos, Donald Trump prometió la construcción del “gran muro”, deportaciones masivas, impuestos sobre el envío de remesas y nuevos aranceles.
La narrativa de Trump no se apega a la realidad. Nuestros estudios en UCLA sobre la votación condado por condado revelan1 que los votantes de Trump tienden a estar más concentrados en condados con pocos o ningún mexicano y la probabilidad de estar expuestos a las importaciones mexicanas son menores que en los condados que votaron por demócratas. Mientras se debería admitir que los condados que votaron por Trump enfrentan una situación económica adversa, el comercio y la migración mexicana no son ni la causa ni la solución a sus problemas.
Nuestra investigación también ha mostrado que el presidente Trump no solo ha impulsado una falsa narrativa, sino también sus prescripciones de políticas, si fueran implementadas, reducirían significativamente el bienestar de todos los estadounidenses, siendo sus partidarios quienes más sufrirían los daños.
Se estima que las deportaciones masivas resultarían en una reducción significativa de $2.6 billones del PIB2 –casi tres veces lo causado por la crisis financiera. Terminar con el flujo de remesas devastaría las ya deprimidas economías locales receptoras de remesas y, subsecuentemente impulsaría el incremento de la migración indocumentada hacia Estados Unidos. El costo a los contribuyentes estadounidenses por la construcción del gran muro en la frontera se estima en decenas de miles de millones de dólares. Todos estos fondos podrían ser destinados hacia proyectos de desarrollo de la fuerza de trabajo u otros programas que podrían facilitar empleos a los partidarios de Trump que en estos momentos se encuentran económicamente marginados. Finalmente, una guerra comercial con México podría reducir enormemente la producción estadounidense, llevando a más trabajadores al desempleo3.
En contraste con las propuestas destructivas de Trump, hemos identificado intervenciones de política que podrían aclarar los prospectos financieros de sus partidarios, beneficiar al trabajador estadounidense en general y abordar las causas raíz de la migración mexicana. Estas intervenciones constan de promover la inclusión financiera, hacer una reforma migratoria integral e incrementar el salario mínimo transnacional en México y los Estados Unidos.
Fomentar la inclusión financiera de los inmigrantes y destinar las remesas hacia usos más productivos en las áreas receptoras podría abordar las causas raíz de la migración. Esto podría reducir los flujos de migrantes indocumentados sin la necesidad de un costoso y divisivo muro.
Un proyecto de ley para la reforma migratoria integral que legalice a los migrantes indocumentados podría generar más de $1.5 billones en el crecimiento del PIB en el transcurso de diez años y generar arriba de un millón de nuevos empleos4. También podría reducir la desigualdad del ingreso puesto que los migrantes indocumentados se encuentran concentrados en empleos de bajos salarios.
Desafortunadamente, en el contexto político actual, una reforma migratoria integral es poco probable. Sin embargo, incrementar los salarios mínimos en ambos lados de la frontera beneficiaría de forma similar tanto a los trabajadores nacidos dentro y fuera de Estados Unidos, así como también abordaría las causas raíz de la migración en México.
Existen precedentes de políticas bilaterales. Estados Unidos y México han realizado en el pasado acuerdos de largo plazo en busca de lograr la reducción de las emisiones industriales y vehiculares. Tales acciones afectaron negativamente los beneficios a corto plazo de las corporaciones pero representaron beneficios para todos los residentes de ambas naciones y el mundo en general. Los Estados Unidos y México deberían aplicar esta lógica para los mercados laborales y establecer objetivos para el establecimiento de un salario de vida en ambos lados de la frontera.
El 26 de abril, en Estados Unidos Bernie Sanders y Keith Ellison anunciarán una legislación que incrementará el salario mínimo nacional a $15 por hora. Esto representa la culminación del movimiento nacional “Fight for $15”, que ha tenido éxito en incrementar el salario mínimo en Nueva York y California, así como en otras entidades a lo largo del país. Al igual que la reforma migratoria integral, incrementar el salario mínimo reduciría la desigualdad de ingreso. Sin embargo, incrementar el salario mínimo nacional tendría un impacto mucho mayor, puesto que la mayoría de trabajadores con bajos salarios son nacidos en Estados Unidos.
Durante el mismo día en el Senado de México, legisladores mexicanos introducirán una propuesta sobre que requiere que el salario mínimo “deberá ser suficiente para satisfacer las necesidades normales de un jefe de familia en el orden material, social y cultural”, y ser incrementados regularmente en concordancia con el incremento de la productividad mexicana y en dirección a convergir con los salarios de los Estados Unidos. Ese mismo día, legisladores en El Salvador anunciarán su solidaridad con las alzas de salarios en EUA y México como complementarios a sus recién adoptadas alzas de salarios mínimos que hoy son más altos que los mexicanos.
Al igual que en Estados Unidos, ciertas jurisdicciones mexicanas ya han tomado acciones unilaterales para incrementar los salarios mínimos. Como consecuencia, han alcanzado beneficios en una variedad de temas económicos y sociales.
Simultánea y colaborativamente, incrementar los salarios en ambos lados de la frontera expandiría el poder de compra de los más trabajadores y más vulnerables de ambas naciones. Incrementando su consumo se generaría empleo de forma directa e indirecta, así como impulsaría las exportaciones de Estados Unidos a México –quien es el segundo mayor consumidor de productos estadounidenses en el mundo al después de Canadá.
Algunos podrían argumentar que los incrementos salariales transnacionales son contra-productivos, pero estamos entrando en un período de fortalecimiento de los mercados laborales y envejecimiento demográfico, en el que un compromiso para incrementar el bienestar de las familias en ambos lados de la frontera nos permitiría lograr un patrón de producción y consumo más estable a futuro.
México y Estados Unidos tienen la oportunidad de liderar y dar un ejemplo en el contexto de crecimiento de una economía global, donde la prosperidad de los trabajadores estadounidenses y mexicanos estará basada en el bienestar y mayor consumo del sector obrero. Como futuros consumidores de los bienes estadounidenses, una ampliada clase media global podría dar un impulso sin precedentes a los trabajadores estadounidenses. Lo que actualmente América necesita es subir salarios en ambos lados de las fronteras, no muros.