Coyol quebrado, coyolcomido
Se afirma con mucha frecuencia por expertos, inexpertos y por ecos humanos, que el país está pasando por una trampa de bajo crecimiento. Que existe una desigual distribución del ingreso, que hay un alto desempleo abierto y disfrazado y una violencia extrema. Una concreta y significativa expresión: el país está atravesando una crisis profunda de orden integral.
La crisis país es variada y compleja. No es reciente, es histórica, acumulada y con versión diferente en el presente. El conflicto cambió el rumbo país, los acuerdos de paz fueron una reflexión y un dialogo que involucró a las fuerzas vivas del país. Después de 25 años la crisis país se actualiza. Los actores protagónicos cambian, la audiencia también, el drama continúa y se hace más intenso.
El problema es de origen, de acumulación, el conflicto no fue suficiente, porque los objetivos nación se relegaron y se antepusieron los intereses económicos y políticos de grupos. Esa vez fue guerrilla vs. ejército. Hoy podría ser izquierda vs. derecha. Pero el problema es que nadie está actuando en forma patriótica. Se hacen esfuerzos aislados, egoístas, sin una brújula que guíe el rumbo o la dirección a seguir para arribar a un clima de estabilidad social, de democracia y de desarrollo humano. Y es que no hay visión, mucho menos plan. Nadie sabe lo que quiere, una nación a la deriva como simple resultado.
Todavía es tiempo para que la generación actual (jóvenes) tome la estafeta e inicie una nueva etapa como empresarios y políticos renovados; pero sobre todo con líderes auténticos y no con aquellos que pretenden serlo. Los líderes son natos, nacen, son auténticos, tienen cualidades genuinas; no se fabrican, lo registra la historia Países con extensión territorial de menos de 800 kilómetros cuadrados, en el pasado con un ingreso por habitante en la categoría de pobreza, lograron el desarrollo con líderes. Ah, son otras culturas, dirán los dejar hacer dejar pasar.
No solo hay que salir de esa trampa de bajo crecimiento, sino escapar del subdesarrollo. Eso puede lograrse con la educación como ancla y una disposición ciudadana para un renacimiento cultural, en un contexto político en el cual la política sea una ciencia al servicio del bienestar colectivo