La Prensa Grafica

Lavirgen Maríanos enseñaqué eslafe

- Rutilio Silvestri COLUMNISTA DE LA PRENSA GRÁFICA rsilvestri­r@gmail.com

Estamos en mayo, el mes de las flores; un mes que alegra la naturaleza con su belleza. Pero también es un mes dedicado a Santa María, la Madre de Jesús y nuestra Madre del Cielo.

“Hoy quisiera mirar a María como imagen y modelo de la Iglesia. María como modelo de fe, de caridad y de unión con Cristo”, decía el papa Francisco en una de sus homilías.

Quién era la Virgen María: una muchacha judía, que esperaba con todo el corazón la redención de su pueblo. Pero en aquel corazón joven de Israel había un secreto que ni ella misma conocía: en el diseño de amor de Dios estaba destinada a convertirs­e en la Madre del Redentor.

En la Anunciació­n, el Mensajero de Dios la llama “llena de gracia” y le revela este proyecto. María responde “sí” y desde este momento la fe de María recibe una luz nueva: se concentra en Jesús, el Hijo de Dios que de ella ha tomado la carne y en la que se cumplen las promesas de toda la historia de la salvación. La fe de María es el cumplimien­to de la fe de Israel y, en este sentido, es el modelo de la fe de la Iglesia, que tiene como centro a Cristo, encarnació­n del amor infinito de Dios.

En la sencillez de las miles de ocupacione­s y preocupaci­ones cotidianas de todas las madres, como proveer la comida, el vestido, la atención de la casa... En esta existencia normal de la Virgen fue el terreno donde se desenvolvi­ó una relación singular y un diálogo profundo entre ella y Dios, entre ella y su Hijo.

El “sí” de María, ya perfecto desde el principio, creció hasta llegar a la hora de la Cruz. Allí su maternidad se amplió abrazándon­os a cada uno de nosotros, nuestra vida, para guiarnos hacia su Hijo. María vivió siempre inmersa en el misterio de Dios hecho hombre, como su primera y perfecta discípula, meditando todas las cosas en su corazón a la luz del Espíritu Santo, para comprender y poner en práctica toda la voluntad de Dios.

Y su disponibil­idad frente a su pariente Isabel. Visitándol­a, la Virgen María no le llevó ninguna ayuda material, pero le ha llevado a Jesús, que ya vivía en su seno. Llevar a Jesús a esa casa quería decir llevar la alegría, la alegría plena. Isabel y Zacarías estaban felices por un embarazo que parecía imposible a su edad, pero es la joven María la que les lleva a la alegría plena, la que viene de Jesús y del Espíritu Santo y se expresa en la caridad gratuita, en el compartir, en el ayudarse y en el comprender­se.

La Virgen quiere traernos a nosotros, a todos, el gran regalo que es Jesús: y con Él nos trae su amor, su paz, su alegría, la caridad de Cristo que transforma a los hombres y las mujeres y renueva el mundo.

La vida de la Virgen Santa fue la vida de una mujer de su pueblo: rezaba, trabajaba, iba a la sinagoga... Pero toda acción se realizaba siempre en unión perfecta con Jesús. Esta unión alcanza el culmen en el Calvario: aquí María se une a su Hijo en el martirio del corazón y en la oferta de la vida al Padre para la salvación de la humanidad. La Virgen hizo proprio el dolor del Hijo y aceptó con él la voluntad del Padre.

Acudamos a Nuestra Madre del Cielo para pedirle por nosotros y por los nuestros: que nos alcance el Cielo.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from El Salvador