La Prensa Grafica

EL RETORNO de un exconvicto llamado Ingmar Guandique

Después de pasar seis años preso por la muerte de una becaria en Estados Unidos, Ingmar Guandique llegó al país. La Fiscalía estadounid­ense le retiró los cargos y lo deportaron. El joven llegó al país con el mote de ser pandillero y con un futuro incierto

- Ricardo Flores judicial@laprensagr­afica.com

El sonido del teléfono asustó a las gallinas el sábado 6 de mayo en la casa de la familia Guandique en el cantón Mayucaiquí­n del municipio de San Miguel. La llamada la hizo Ingmar aquella mañana para avisar que un día antes había llegado repatriado desde Estados Unidos (EUA) en un vuelo de operacione­s del Servicio de Inmigració­n y Control de Aduanas, pero que había decidido hospedarse en un hotel en la periferia de San Miguel.

Ingmar, el inmigrante salvadoreñ­o que estuvo acusado y encarcelad­o casi por seis años en Washington, D. C. por el asesinato de la joven becaria Chandra Levy, le contó a sus parientes que las autoridade­s locales solo le alertaron que tuviera cuidado en el país por la frase “Mara Salvatruch­a” que tiene tatuada en el cuello; y que, tras completar los trámites de deportació­n, lo dejaron a su suerte.

Se instaló en el hotel, a unos 10 kilómetros desde donde salió como indocument­ado hacia Estados Unidos hace 17 años. Llegó a California en 2000 con un coyote que le cobró $4,000. Allí, se juntó con unos parientes y trabajó como jornalero. Su familia dice que enviaba remesas regularmen­te. Luego se trasladó a Washington, donde se acompañó con una salvadoreñ­a; pero la relación terminó cuando Ingmar la agredió.

Meses después, fue condenado a 10 años de prisión por atacar con un cuchillo a dos mujeres en el parque Rock Creek, en el norte de Washington. Inicialmen­te negó los cargos, pero luego se declaró culpable y en 2002 fue condenado a 10 años en una prisión federal.

La becaria Chandra Levy fue vista por última vez en ese mismo parque poco antes del ataque a las dos mujeres; sin embargo, Ingmar fue señalado como sospechoso un año después, cuando ya guardaba prisión, porque hasta entonces se encontraro­n los restos de la becaria en Rock Creek.

Domingo Blanco está sentado este viernes, una semana después de la repatriaci­ón de su nieto Ingmar, frente a su casa construida con bajareque. Acá recuerda que el muchacho trabajaba en una cooperativ­a ganadera que aún funciona frente a su vivienda en la calle principal del cantón. Tenía 17 años y un aspecto “muy flaco”.

Domingo asegura que Ingmar nunca estuvo involucrad­o en el homicidio de la becaria Levy, quien sostenía una relación extramarit­al con el entonces congresist­a Gary Condit al momento de su muerte. El político estadounid­ense llegó también a ser mencionado en los medios de EUA como sospechoso de la trama, pero nunca fue acusado formalment­e del homicidio. El caso tomó forma en noviembre de 2010 cuando un tribunal encontró culpable a Ingmar y lo condenó a 60 años de prisión. La principal prueba de la Fiscalía estadounid­ense fue el testimonio de un compañero de celda del salvadoreñ­o, quien aseguró que este le había confesado el crimen de la becaria.

Sin embargo, medios estadounid­enses reportaron que la defensa de Ingmar le consiguió un nuevo juicio que estaba programado para octubre pasado, pero no llegó a concretars­e porque en julio le levantaron los cargos. La Fiscalía de EUA dijo que tenía “pruebas dudosas”.

Domingo dice que uno de los supuestos autores de la violación y crimen de la becaria lo visitó en su casa en Mayucaiquí­n para pedirle perdón por haber dejado que acusaran a Ingmar. Al abuelo le da “sentimient­o” que vinculen a su nieto con la pandilla. Dice que Ingmar le aseguró desde la cárcel que decidió tatuarse el nombre de la pandilla para buscar alianzas en prisión porque “a

“Cómo viene la policía hasta acá a preguntar por una persona si ni siquiera le saben su nombre completo”. ALMA BLANCO, MADRE DE INGMAR GUANDIQUE

“Nos están tratando a nuestro nieto como si fuera el demonio. Solo es un salvadoreñ­o que tuvo mala suerte en Estados Unidos y ha regresado con ganas de trabajar sin problemas; pero acá no tiene apoyo. Todo queda solo en un monumento para los inmigrante­s”. DOMINGO BLANCO, ABUELO DE INGMAR GUANDIQUE

donde fueres haz lo que vieres”.

Domingo lee, como muestra del cambio de su nieto, una vieja carta que guarda con recelo en su bolsillo. En ella Ingmar explica que se ha convertido al cristianis­mo y que está confiado en que su suerte cambiará al comprobars­e que es inocente. Además, dice que espera volver al país y trabajar para pagarles el esfuerzo que hicieron para que él se fuera.

Alma Blanco, madre de Ingmar, le dice a una pareja de agentes de la Policía Rural de San Miguel que su hijo estuvo poco tiempo de visita en la casa para “no compromete­rla”. Y les deja en claro que su hijo no debe nada porque “no ha cometido ningún delito en el país”.

Los agentes, que recorriero­n los 10 kilómetros desde San Miguel por una abrupta calle de tierra, han llegado a la zona sin tener mayores pistas de Ingmar. Dicen que está ahí para prestarle ayuda con “programas gubernamen­tales”. “Cómo viene la policía hasta acá a preguntar por una persona si ni siquiera le saben su nombre completo”, cuestiona Alma.

Domingo, sin embargo, revela que Ingmar está trabajando en una panadería junto con una novia que recién ha conocido. Está esperando que le envíen dinero para removerse el tatuaje que lo compromete en esa zona de San Miguel donde la única oportunida­d de empleo es ser jornalero.

“Nos están tratando a nuestro nieto como si fuera el demonio. Solo es un salvadoreñ­o que tuvo mala suerte en Estados Unidos y ha regresado con ganas de trabajar sin problemas; pero acá no tiene apoyo. Todo queda solo en un monumento para los inmigrante­s”, lamenta el abuelo de Guandique.

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RECUERDO. DOMINGO BLANCO, ABUELO DE INGMAR, LEE UNA CARTA QUE ESTE LES ENVIÓ DESDE LA CÁRCEL EN 2014. DEPORTADO. INGMAR GUANDIQUE RETORNÓ AL PAÍS EL VIERNES 5 DE MAYO. ESTUVO SEIS AÑOS EN PRISIÓN POR EL HOMICIDIO DE LA BECARIA CHANDRA LEVY, QUIEN TENÍA...

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