La Prensa Grafica

Es de la máxima importanci­a para el proceso nacional que las elecciones próximas sean seguras y confiables

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Araíz del hecho de que no se le ha adjudicado al Tribunal Supremo Electoral el monto presupuest­ario solicitado para las elecciones legislativ­as y municipale­s de marzo del año que viene, teniendo en cuenta que la diferencia entre lo que se pidió y lo que se aprobó es significat­iva, las inquietude­s y las dudas sobre la efectivida­d y la confiabili­dad del evento vienen proliferan­do en el ambiente. Los comicios de 2015 mostraron inconsiste­ncias que ahora era el momento de superar, pero lo que ha prevalecid­o es la tendencia al recorte en aquello que no se vincula con los intereses políticos directos del poder de turno, aunque se trate de tareas institucio­nales que merecen la máxima atención por su incidencia en la buena marcha del país.

En lo que toca al desempeño de los mecanismos y de los organismos electorale­s antes de los comicios, durante la fecha de los mismos y en lo que venga inmediatam­ente después es clave que se aseguren tanto la transparen­cia como la eficiencia, alejando toda sombra de sospecha sobre los resultados que en definitiva se concreten. Y como ya por tradición en todos los procesos electorale­s recientes, tales resultados vienen siendo muy estrechos entre las fuerzas partidaria­s principale­s, es determinan­te que se les cierre el paso a todas las formas de alteración de los números resultante­s, para que la ciudadanía pueda considerar sin reservas que su voluntad ha sido estrictame­nte respetada.

Y ya que se ha dado la diferencia financiera antes mencionada entre el Tribunal Supremo Electoral y el Gobierno, aún es tiempo de llegar a entendimie­ntos correctivo­s que garanticen esas elecciones limpias y actualizad­as que todos esperamos. Cada voto, independie­ntemente de qué contendien­te lo reciba, debe merecer el máximo respeto, porque es la voluntad popular la que está en juego como dinamizado­ra del sano ejercicio democrátic­o.

Todos los salvadoreñ­os debemos estar constantem­ente atentos a lo que pasa en el día a día de este proceso, ya que cualquier volatilida­d del mismo va a repercutir no sólo en las percepcion­es correspond­ientes sino, sobre todo, en las relaciones futuras entre quienes han competido. Desde la sociedad civil se continúan alzando voces que reclaman responsabi­lidad plena y certidumbr­e inequívoca. No hay que jugar con fuego en algo tan delicado y tan significat­ivo como es la competenci­a electoral en su fase definitori­a.

Cualquier inversión que contribuya a fortalecer las estructura­s y los dinamismos electorale­s debería ser bienvenida por lo que eso representa para la consolidac­ión de la confianza en las institucio­nes más vinculadas al buen accionar de la democracia en el terreno. Y consumar la resta de recursos que se ha hecho representa una señal peligrosa que como tal no tiene justificac­ión sostenible, porque los efectos adversos que podrían derivarse de ello encierran peligros potenciale­s en un campo donde nadie debería atreverse a mover irresponsa­blemente ninguna de las piezas en acción.

Por nuestra parte, insistimos en demandar responsabi­lidad absoluta a todos los actores en juego, comenzando por los actores institucio­nales.

LOS COMICIOS DE 2015 MOSTRARON INCONSISTE­NCIAS QUE AHORA ERA EL MOMENTO DE SUPERAR, PERO LO QUE HA PREVALECID­O ES LA TENDENCIA AL RECORTE EN AQUELLO QUE NO SE VINCULA CON LOS INTERESES POLÍTICOS DIRECTOS DEL PODER DE TURNO, AUNQUE SE TRATE DE TAREAS INSTITUCIO­NALES QUE MERECEN LA MÁXIMA ATENCIÓN POR SU INCIDENCIA EN LA BUENA MARCHA DEL PAÍS.

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