Cartas a María
Estimada María: El año pasado en la empresa donde trabajo necesitaban llenar un puesto que quedó vacante. Como soy la asistente de la jefa de Recursos Humanos, ella me pregunto si conocía a alguien que pudiera recomendar y entonces me acorde de que un compañero de mi esposo le había contado que la esposa se había quedado sin empleo y tenía necesidad de trabajar; como me dijo que era una persona muy bien preparada y con experiencia, la recomendé. El caso es que pasó muy bien la entrevista y la contrataron, pero la semana pasada mi jefe me dijo que la gerencia había decidido indemnizarla porque las relaciones personales de la señora dejaban mucho que desear y los empleados que tenía a su cargo se quejaban de la actitud con que los trataba, viéndolos de menos y hasta diciéndoles que “ninguno le llegaba a los talones”. A mí esto me da pena, sobre todo porque la recomendé para el puesto y quisiera ayudarla, pero no sé qué puedo hacer. Atentamente, S.F.L.
Estimada S.F.L.:
Esta historia es muy triste y por desgracia bastante común en nuestro medio, pues las personas como la señora que me cuenta difícilmente cambian de manera de ser, porque su formación tiene raíces muy profundas y como se consideran superiores a los demás no se dan cuenta o no quieren aceptar que su posición de asalariadas las coloca en su lugar de trabajo al mismo nivel que todos y que no necesariamente tienen que ser amigos de ninguno para tratarlos con educación y respeto.