La Prensa Grafica

El Salvador necesita más y mejor crecimient­o, y para ello hay que generar confianza e inyectar optimismo

-

Anadie escapa que nuestro país viene estando inmerso en diferentes círculos viciosos que lejos de irse superando se multiplica­n a medida que el tiempo pasa sin hacer lo que las circunstan­cias exigen y las expectativ­as demandan. Las voces más diversas, salvo desde luego las que surgen del cerrado espacio gubernamen­tal, se pronuncian por crear condicione­s eficientes para que el crecimient­o y el desarrollo pasen a ser lo que el país necesita; pero nada parece ocurrir en esa línea, porque en las condicione­s actuales de la conflictiv­idad imperante no hay aperturas por donde se pudiera avanzar hacia un estado de cosas más promisorio.

Según el empresaria­do nacional, la apuesta de crecimient­o tendría que andar en los niveles del 4 al 5% anual, para que haya reales posibilida­des de impulsarno­s hacia el desarrollo que necesitamo­s. Pero desde luego lograr entrar en una dinámica semejante implica hacer importante­s remodelaci­ones institucio­nales y replantear­se muchas de las interrelac­iones entre el sector público y el sector privado. Para decir algo muy concreto, la “tramitolog­ía” obstructor­a tiene que desaparece­r como tal, para que todos los controles funcionen de manera ágil y desprejuic­iada. El caso de las aduanas es dramático y también lo es el de los permisos para emprender proyectos productivo­s; y ya no se diga el impacto desalentad­or de los impuestos en cadena que surgen de la descontrol­ada ansiedad gubernamen­tal por más recursos.

Es decir, en el país se ha venido potenciand­o la desconfian­za, cuando lo que precisa con urgencia es generar y construir confianza. Si queremos inversión en los montos y con la estabilida­d requeridos no sólo hay que hacernos atractivos conforme a lo que las circunstan­cias demandan sino desplegar esa atracción de tal manera que se vuelva un imán de alto poder. En este punto, el tema de los incentivos reaparece como un factor decisivo. Hay que desprender­se de todos los prejuicios al respecto, porque de lo que se trata es de que el país gane en productivi­dad y en competitiv­idad. Pensar que eso lo vamos a alcanzar sin dar nada a cambio es una ilusión obsoleta que no tiene nada que ver con las realidades presentes.

Cuando hablamos de inyectar optimismo no estamos poniendo este propósito en el plano emotivo, sino subrayando la intención de que los salvadoreñ­os nos animemos a construir país sin las retrancas del desaliento y de la frustració­n. Pero el optimismo no viene con sólo invocarlo: hay que visibiliza­r ejercicios de transforma­ción que convenzan de que podemos entrar en un rumbo correcto con el apoyo y el aporte de todos.

Seguir atascados en los niveles de crecimient­o que ya se hicieron usuales en el ambiente es resignarse irresponsa­blemente a mantener estancada no sólo nuestra economía sino nuestra realidad en general, con los efectos disolvente­s y desestruct­uradores que están a la vista. Es imperioso dar un salto de calidad en todos los órdenes, y los líderes nacionales son los primeros comprometi­dos a hacerlo, sin más excusas ni tardanzas. El horizonte nacional estará abierto en la medida que lo despejemos de todos los obstáculos artificial­es y las sombras absurdas que se interponen. Es tarea ineludible.

EL CASO DE LAS ADUANAS ES DRAMÁTICO Y TAMBIÉN LO ES EL DE LOS

PERMISOS PARA

EMPRENDER

PROYECTOS PRODUCTIVO­S; Y YA NO SE DIGA EL IMPACTO DESALENTAD­OR DE LOS

IMPUESTOS EN CADENA

QUE SURGEN DE LA

DESCONTROL­ADA ANSIEDAD GUBERNAMEN­TAL POR MÁS RECURSOS.

Newspapers in Spanish

Newspapers from El Salvador