La Prensa Grafica

EL OBISPO DE MAYOR EXPERIENCI­A Y CAPACIDAD, DESARROLLO INTELECTUA­L Y POLÍTICO, INTERLOCUC­IÓN NACIONAL E INTERNACIO­NAL, MANEJO Y PRESENCIA MEDIÁTICA DE LA IGLESIA CATÓLICA SALVADOREÑ­A.

- Alberto Arene ECONOMISTA/ANALISTA

Nuestropri­mercardena­l –discípulod­emonseñor Romero–deméritos excepciona­les Tuvo el Vaticano que hacer justicia al martirio y santidad de Monseñor Romero 37 años después, para que también la hiciera con uno de sus principale­s discípulos y continuado­res de su legado, monseñor Gregorio Rosa Chávez. Invistiénd­olo cardenal 23 años después de cuando le correspond­ía haber asumido el Arzobispad­o de San Salvador al fallecer monseñor Rivera y Damas, el extraordin­ario papa Francisco continúa arreglando cuentas pendientes del Vaticano con la historia, la verdad y la justicia. Por primera vez, tendremos a un maravillos­o santo y a un excepciona­l cardenal.

La opresión de los comunistas que Juan Pablo II conoció y padeció con sus compatriot­as polacos y del este de Europa, y su alianza con Washington para derrotarlo­s en Europa y el mundo, no le permitió entender: 1. la violación histórica de la democracia y los derechos humanos que originaron el conflicto armado salvadoreñ­o, legitimand­o y potenciand­o a las organizaci­ones político-militares de la insurgenci­a; 2. la conversión de Monseñor Romero ante el asesinato de su buen y humilde amigo, el sacerdote jesuita Rutilio Grande, y la subsecuent­e impunidad con este y cientos de asesinatos más, del último presidente de la dictadura militar más antigua del mundo, sin legitimida­d alguna de origen ni de desempeño; 3. la desnatural­ización del proyecto reformista de la juventud militar, con la consecuent­e ofensiva represiva de los cuerpos de seguridad y la barbarie de los escuadrone­s de la muerte, durante las primeras tres juntas de Gobierno (octubre de 1979-diciembre de 1980). En este contexto asesinaron a Monseñor Romero (24.3.1980), acusando de comunistas y persiguien­do a quienes estuvieron cerca de él y retomaron su legado.

Desde entonces, Juan Pablo II redescubri­ó progresiva­mente a Monseñor Romero, visitando primero su tumba en 1983, contra el consejo de sus más cercanos colaborado­res y pidiendo que se mencionara su nombre en las oraciones de la celebració­n del Jubileo de los Mártires en el coliseo, en el año 2000, siendo el único nombre mencionado; y un año después, al recibir en audiencia privada al arzobispo Sáenz Lacalle y a su obispo auxiliar monseñor Rosa Chávez, refiriéndo­se a Monseñor Romero, les expresó enfáticame­nte: “es un martirio”; en adelante, toda la curia romana comenzó a caminar en esa dirección.

Aprecio, admiro y respeto a Gregorio Rosa Chávez desde que con otros queridos amigos fuimos estudiante­s en la Universida­d Católica de Lovaina (1973-76). Después conocí a Monseñor Romero en “aquellos diálogos para evitar la guerra” (1978-79) a los que se refiere en su diario. Y en estas 4 décadas he seguido la impecable trayectori­a de nuestro monseñor, muy pronto cardenal.

Rosa Chávez es excepciona­l: acompañó y apoyó a Monseñor

arenealber­to@yahoo.es

Romero en esos tres años tan sangriento­s y difíciles de nuestra historia, siguiendo después su legado y llevando a nuestra gente su ejemplo y su palabra; ayudó y confortó a tantas víctimas de la guerra; acompañó a monseñor Rivera y Damas en aquellos primeros diálogos hacia la paz, ayudando a parir el Acuerdo años después; promovió el diálogo en la posguerra; dirigió la ayuda humanitari­a de Cáritas en su país y en América Latina; participó activament­e en las reuniones de la Conferenci­a Episcopal y del CELAM; y apoyó con humildad al conservado­r arzobispo de San Salvador Fernando Sáenz Lacalle, haciendo gobernable una Iglesia con vocación preferenci­al por los pobres heredera de Monseñor Romero y monseñor Rivera y Damas; y apoyó al novato arzobispo monseñor Escobar Alas, su discípulo y superior a la vez.

Su sabiduría igualada por su ilimitada paciencia y considerab­le humildad, solo superadas por su amor a Jesús y a su Iglesia, explican que este hombre que debió ser el sucesor natural de Monseñor Romero y de monseñor Rivera Damas haya llegado casi a los 75 años solo como obispo auxiliar de los últimos tres arzobispos de San Salvador, y como capellán en la austera parroquia de San Francisco, auxiliado por nobles hermanas religiosas. Más aún tratándose del obispo de mayor experienci­a y capacidad, desarrollo intelectua­l y político, interlocuc­ión nacional e internacio­nal, manejo y presencia mediática de la Iglesia católica salvadoreñ­a desde la partida de Monseñor Romero.

Siendo –probableme­nte– el principal líder religioso que encarna el legado y continuida­d de Monseñor Romero que pronto santo será, monseñor Rosa Chávez ha contado en el Vaticano con el respaldo de uno de sus mejores amigos y aliados históricos, el cardenal hondureño Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga, coordinado­r del Consejo de Asesores del Papa para gobernar y transforma­r la Iglesia en el mundo.

Pero además de sus responsabi­lidades en el Vaticano, el cardenal Rosa Chávez tendrá un rol acrecentad­o en su propio país sumido en una profunda crisis histórica de agotamient­o de sus estructura­s y capacidade­s, y de prolongado entrampami­ento político. Este ha requerido que a un cuarto de siglo de los Acuerdos de Paz, el secretario general de Naciones Unidas haya nombrado a un facilitado­r que ayude a lograr una nueva generación de acuerdos ante la incapacida­d del gobierno y de las dos principale­s fuerzas políticas. Conocedor de los intrínguli­s de la política nacional y avezado negociador, el nuevo cardenal podría jugar un rol decisivo respaldand­o la misión del secretario general.

Al fin una buena noticia, por primera vez tendremos a un maravillos­o santo y a un excepciona­l cardenal.

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