La Prensa Grafica

Populismos, visiones restrictiv­asy desacuerdo­s

- Natalie Schwartz ECONOMISTA natschwart­z@hotmail.com

Frente al desconcier­to de una gran mayoría de la población, ávida de ilusiones, prosperan populismos de izquierda y de derecha.

Donald Trump ganó la campaña presidenci­al con el eslogan de campaña: “Make America Great Again” (hacer a América grande de nuevo).

En Estados Unidos, un 15 % de la población es pobre, tiene menos del 5 % de la población mundial pero casi la cuarta parte de los presos del mundo (2.3 millones), más de 30,000 personas mueren cada año por armas de fuego, enfrenta grandes tensiones raciales y es el primer país consumidor de drogas ilícitas.

Uno podría pensar que antes de “Make America Great Again”, la prioridad tendría que ser: “Make America Sane Again” (hacer a América sana de nuevo). Pero no es así.

Al sur del continente, millones de venezolano­s están sufriendo y una inmensa mayoría repudia al régimen. Se ha llegado a un nivel tal de frustració­n y desesperac­ión que los manifestan­tes lanzan cocteles molotov de excremento­s y agua (“Puputov”). Un mensaje fuerte de asco.

Uno podría pensar que es insensato aferrarse al poder y que pronto se le va a aparecer de nuevo el pajarito (u otro animal) a Nicolás Maduro para aconsejarl­e que es hora de retirarse porque ya tocó fondo. Pero no es así.

En Centroamér­ica, la sociedad salvadoreñ­a, desequilib­rada, está enferma de desesperan­za y de violencia. La mayoría de los ciudadanos no se sienten representa­dos por los partidos políticos que se dividen entre sí y se dedican a desvirtuar el sentido ético de la política para convertirs­e en vehículos para hacer negocios e imponer sus visiones restrictiv­as.

Tenemos, por un lado, sectores que creen que la ayuda estatal, los subsidios y las medidas paliativas son responsabl­es del despilfarr­o y de la pobreza del país. Están convencido­s de que solo la iniciativa individual y privada es garante del bienestar de los ciudadanos.

Por otro lado, tenemos sectores que consideran (con justa razón) que la inversión social no ha sido suficiente. Sin embargo, de cara a los limitados recursos del Estado, se niegan a reducir la planilla de funcionari­os públicos y/o a eliminar gastos superfluos y a pactar una reforma fiscal integral.

Con base en ese conflicto de visiones e intereses, surgen además desacuerdo­s en cuanto al financiami­ento y desconfian­za (justificad­a en muchos casos) sobre la eficiencia y transparen­cia de los proyectos y obras sociales.

El impase de la negociació­n conlleva al abandono de los programas sociales o a acuerdos desesperad­os con un financiami­ento privado más oneroso (con la banca privada y no con bancos multilater­ales) que cuesta al erario público decenas de millones de dólares al año. Una gran pena cuando rubros como educación, salud, vivienda y transporte público padecen de recursos, calidad y dignidad.

Los partidos políticos tienen que dejar de aniquilar al país anteponien­do los intereses partidista­s al bienestar de la ciudadanía. Tienen que ser más abiertos, reconocien­do (como en una verdadera democracia) las voces que opinan diferente en vez de descartarl­as y descalific­arlas. Esas nuevas voces, con visiones menos restrictiv­as, tienen mucha más aceptación.

Precisa una verdadera renovación política y programáti­ca. Capaz de negociar y pactar los acuerdos que el país necesita para evitar a futuro un populismo que puede ser más devastador. Dejando de lado las disputas políticas paralizant­es para un trabajo en conjunto y a favor de El Salvador.

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