Estabilidad, crecimiento, acumulación y desarrollo
Sin duda, hoy por hoy, ante la posibilidad de un segundo impago, la situación fiscal es la que más urge enfrentar. Con razón. Un segundo impago tendría consecuencias desastrosas. Es fundamental por tanto abordar este gravísimo problema. Sin embargo, no menos importante es atender los problemas estructurales que, junto a las malas políticas implementadas, han contribuido históricamente a la crítica situación fiscal en que nos encontramos.
Para adentrarnos en ello, uno de los puntos de partida es distinguir conceptualmente los términos de estabilización, crecimiento, acumulación y desarrollo. La estabilidad refiere a los tres principales equilibrios macroeconómicos: fiscal, comercio externo, monetario. El crecimiento se registra principalmente en el crecimiento del PIB. La acumulación significa incremento de capacidades productivas y refiere al empleo, la productividad, el valor agregado, la inversión. El desarrollo tiene como base los anteriores y concierne al bienestar y calidad de vida de las personas y el ambiente, a la menor concentración de poder y riqueza, al fortalecimiento de las instituciones, entre otros.
La interacción entre ellos es compleja y dialéctica. Se puede tener, momentáneamente, estabilidad con frágil crecimiento. Pero, tal como comenzó a suceder desde la segunda mitad de los noventa, el debilitamiento del crecimiento a la larga contribuyó a la inestabilidad macro. Se puede tener crecimiento sin acumulación y desarrollo, pero a la larga la economía y la sociedad se atranca; esto ocurrió con buena parte del esquema agroexportador: en el segundo quinquenio de los años setenta, justo cuando los altos precios del café generaron estabilidad macro y crecimiento, la falta de ampliación de la base productiva y de dinámicas de desarrollo sembraron base para el impulso de las luchas sociales y el inicio de la guerra civil.
En términos generales, podemos afirmar que la economía nacional no ha tenido una estabilidad macro sólida y sostenible, un crecimiento robusto, una dinámica basada en el fortalecimiento de las capacidades productivas, y sin talante para generar verdaderos procesos de desarrollo.
En consecuencia, una visión estructural de nuestros problemas actuales debe saber distinguir e integrar estos cuatro aspectos de la dinámica socioeconómica. Si queremos producir soluciones sólidas y sostenibles, si queremos salir del hoyo en que nos encontramos, si pretendemos alcanzar niveles sustantivos de bienestar y calidad de vida, debemos impulsar una estrategia de desarrollo que ensamble y unifique adecuadamente la estabilidad, el crecimiento, la acumulación y el desarrollo.
Históricamente hemos tenido estrategias de crecimiento (no de desarrollo), las cuales generalmente no funcionaron, llámese agroexportación, diversificación industrial/sustitución de importaciones, promoción de exportaciones no tradicionales, centro de servicios financieros, país como gran zona franca. Mientras que en los últimos gobiernos, ni siquiera tenemos una estrategia de desarrollo, pues no se puede denominar como tal a un conjunto de apuestas sectorializadas y desarticuladas en el campo socioeconómico.
En una estrategia de desarrollo, en lo que solo concierne a lo económico, debe existir ante todo una apuesta productiva estratégica. Desde nuestro punto de vista, le hemos venido apostando a la creación de una Plataforma Mundial
CUANDO DEBATAMOS SOBRE ECONOMÍA NO HAY QUE OLVIDARSE DE CONDUCIR TAMBIÉN CON LUCES ALTAS.
de Logística y Servicios de Alto Valor Agregado. Sin duda pueden y deben existir otras. Lo importante es que cualquier estrategia y su apuesta productiva deben asegurar una estabilidad basada en el crecimiento y la acumulación, un crecimiento basado en el fortalecimiento de las capacidades productivas y un crecimiento que produzca desarrollo y bienestar para las mayorías.
Sobre esa base se deberá formular los lineamientos, políticas y acciones que dinamicen los sectores productivos; definir las potenciales zonas/territorios de desarrollo; establecer la política de generación de empleo y la educativa; diseñar las políticas fiscales que impulsen la inversiones e infraestructura que se necesitan, así como para que contribuyan a una sociedad menos desigual y menos concentrada; enfrentar las desarticulaciones empresariales, sectoriales y territoriales que constriñen nuestra economía; impulsar las medidas para estimular las inversiones previamente definidas como estratégicas y desestimular el consumismo; conciliar estas inversiones con la protección del medio ambiente, etcétera. En fin, cuando debatamos sobre economía no hay que olvidarse de conducir también con luces altas, y que lo urgente no margine lo importante.