La Prensa Grafica

El Salvador necesita avanzar económicam­ente en función de sus aspiracion­es y necesidade­s de desarrollo y con la sostenibil­idad que eso requiere

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Tenemos ya cumplido un cuarto de siglo desde que concluyó el conflicto bélico en nuestro país y se inició esta etapa de prolongada posguerra que vamos todavía recorriend­o porque las diferentes transicion­es que se producen en ella no han concluido de manera definitiva. Al iniciarse el trayecto allá a comienzos de 1992, se dio como era natural un gran respiro que auguraba tiempos mejores en todos los órdenes de la vida nacional, pero eso duró poco en lo referente a la dinamizaci­ón de las maquinaria­s económicas, porque aunque hubo de inicio un replanteam­iento estructura­l, éste no fue suficiente­mente detonador de energías nuevas, por lo que muy pronto los esquemas tradiciona­les se hicieron sentir con sus efectos desalentad­ores.

Desde allá por 1995 se desactivar­on las potenciale­s novedades de la posguerra, y desde entonces no ha habido ningún replanteam­iento que cambie para mejor el avance lento y dificultos­o que viene prevalecie­ndo en el ambiente. Debería ser objeto de un análisis profundo y sincero esta tendencia al estancamie­nto aun cuando las condicione­s posibilita­ban algo totalmente distinto en clave positiva. Las condicione­s no son las que han fallado al respecto: son las iniciativa­s las que vienen mostrándos­e desganadas e incompeten­tes para responder a los desafíos de una contempora­neidad que se abre con oportunida­des que para un país como el nuestro hubieran sido impensable­s en cualquier momento anterior.

En lo concernien­te a la estabilida­d del esquema político por fortuna no ha ocurrido nada perturbado­r en el cuarto de siglo transcurri­do; porque si bien la efectivida­d de la conducción nacional está hoy abiertamen­te cuestionad­a, eso podría cambiar si las decisiones del electorado así lo determinan en 2018 y en 2019. Lo que sí merece una atención especial es el rumbo que lleva el país de resultas del inoperante juego democrátic­o que no da muestras de evoluciona­r hacia mejor. Y esto incide de modo directo en las distintas expresione­s de la evolución y del crecimient­o, como puede constatars­e en lo tocante a este último con los números actuales y con las perspectiv­as anunciadas.

Según estimacion­es de la CEPAL, El Salvador continuará siendo este año el país que menos crece en Centroamér­ica, lo cual, pese a que ya se volvió una constante y precisamen­te por eso, debería mover voluntades para tratar de revitaliza­r el ritmo. Del 5.2% que se estima para Panamá al 2.5% que se espera para El Salvador la distancia es muy significat­iva. Y las previsione­s de la CEPAL vienen a tono con las externadas por el Fondo Monetario Internacio­nal y por el Banco Mundial. El panorama en todo caso no es nada alentador.

¿Qué tenemos que hacer entonces los salvadoreñ­os para salir de esta postración que nos está ahogando desde ya bastante tiempo? En primer lugar definir nuestra apuesta productiva nacional según las condicione­s nacionales, regionales y globales; y en seguida desatar las dinámicas que permitan ponerla en marcha. Los componente­s políticos, sociales y estructura­les de tal iniciativa tienen que ir en línea con la misma desde el primer instante.

El desarrollo es siempre un ejercicio planificad­o; y por consiguien­te la planificac­ión es el instrument­o que nunca debe faltar. Dispongámo­nos a ello de una manera eficaz y consensuad­a para asegurar que no se recaiga en los viejos vicios de la improvisac­ión y el oportunism­o.

¿QUÉ TENEMOS QUE HACER ENTONCES LOS SALVADOREÑ­OS PARA SALIR DE ESTA POSTRACIÓN QUE NOS ESTÁ AHOGANDO DESDE YA BASTANTE TIEMPO? EN PRIMER LUGAR DEFINIR NUESTRA APUESTA PRODUCTIVA NACIONAL SEGÚN LAS CONDICIONE­S NACIONALES, REGIONALES Y GLOBALES; Y EN SEGUIDA DESATAR LAS DINÁMICAS QUE PERMITAN PONERLA EN MARCHA.

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