La Prensa Grafica

«ELSUEÑODEM­ARÍA»

- HERMANO PABLO

Por Carlos Rey.

«Tuve un sueño, José. En realidad no lo pude comprender, pero me parece que se trataba del nacimiento de nuestro hijo... »La gente estaba haciendo preparativ­os, con varias semanas de anticipaci­ón. Adornaban sus casas de colores brillantes, estrenaban ropa, salían de compras muchas veces y volvían con muchísimos regalos. Era un tanto extraño, pues los regalos no eran para nuestro hijo. Los envolvían en hermosos papeles y los ataban con preciosos moños, y luego los ponían debajo de un árbol.

»Sí, José, un árbol, y dentro de sus casas: un árbol decorado, con sus ramas llenas de esferas y un gran número de adornos. Algunos de esos adornos despedían una luz encantador­a. En lo más alto del árbol había una figura realmente hermosa. Me pareció que era una estrella o un ángel.

»Era un ambiente muy acogedor. Todos estaban contentos y sonrientes, emocionado­s por los regalos que se daban unos a otros.

»Pero ¿sabes qué, José? No quedó ni un solo regalo para nuestro hijo. Me dio la impresión de que nadie lo conocía, ya que nunca mencionaro­n su nombre. ¿No te parece extraño que la gente trabaje y gaste tanto en los preparativ­os para celebrar el cumpleaños de alguien a quien ni siquiera mencionan?

»Tuve la extraña sensación de que, si nuestro hijo hubiera estado en esa fiesta, lo habrían tratado como a un desconocid­o. Todo lucía hermoso y la gente se veía feliz; sin embargo, sentí muchas ganas de llorar.

»¡Qué tristeza para Jesús, no ser invitado a su propia fiesta de cumpleaños! Menos mal que sólo fue un sueño. ¿Te imaginas lo terrible que sería si eso se hiciera realidad?»

Este cuento de autor desconocid­o que lleva por título «El sueño de María». Nos hace reflexiona­r sobre lo que se ha hecho una costumbre muy arraigada en nuestra sociedad. Se trata de la práctica de hacer caso omiso del cumpleañer­o más importante del género humano. ¿Acaso no se le concede a su nacimiento tanta importanci­a que marca la división de la historia? Las designacio­nes «antes de Cristo» y «después de Cristo» lo ponen de relieve como el personaje por excelencia de la historia universal. Con razón que a la Virgen María le pareciera tan extraña la manera como actualment­e celebramos el cumpleaños de su hijo. Es como si todos, menos Cristo, cumpliéram­os años ese mismo día.

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