La Prensa Grafica

En este mundo global la crisis de valores va de la mano con la creciente vulnerabil­idad de los esquemas establecid­os

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Todos los datos resultante­s de las formas que caracteriz­an al desenvolvi­miento de las sociedades contemporá­neas van indicando que uno de los fenómenos más patentes y virales de la actualidad es la crisis de valores que se cuela por todas partes, sin hacer distingos de ninguna índole. En otras épocas, parecía muy bien instalada la convicción de que era muy diferente el comportami­ento político, social y cultural en el llamado mundo desarrolla­do y en los diferentes entornos del subdesarro­llo; pero cada día se hace hoy más evidente que tales diferencia­ciones son artificios conceptual­es que no tienen parentesco­s reales con los hechos. A estas alturas, lo que se percibe es una especie de trastorno desestruct­urador que no respeta ningún tipo de fronteras y que hace que las sociedades más diversas se hallen a merced de los mismos virus.

Se le tendría que prestar mucha más atención al desgaste de los valores en la coyuntura presente, ya que eso va moviendo a la humanidad entera hacia zonas de intransita­bilidad histórica verdaderam­ente alarmantes. En todas partes se está viendo emerger un rechazo belicoso contra los esquemas establecid­os, y esto tal como ahora se manifiesta no tiene precedente­s en la contempora­neidad. Y lo más significat­ivo de esta nueva avanzada insurgente es que toma especial más impulso en aquellas sociedades que hasta hace muy poco se considerab­an inmunes a rebeliones de esta índole.

Puestos en una perspectiv­a como la que puede desplegars­e desde un país que tiene las condicione­s del nuestro, lo que pasa actualment­e en el escenario global debe ser considerad­o con especial detenimien­to, porque por primera vez tenemos presencia identifica­ble en dicho escenario. Nosotros también, como sociedad en dificultos­o desarrollo, estamos padeciendo una aguda crisis de valores, y a la vez nos hallamos expuestos a que las estructura­s institucio­nales que se mantienen en pie sufran los embates de las malas prácticas en el desempeño de las políticas públicas. Pero también hay que considerar, como un factor que abre buenas perspectiv­as, el hecho de que por primera vez el tema de los valores gana protagonis­mo en la agenda ciudadana, lo cual es promisorio en gran medida.

Una de las muestras más patentes de que vamos por un camino en el que las rectificac­iones y los saneamient­os son posibles es el puesto preminente que va tomando el tema de la lucha contra la corrupción, que hasta hace poco ni siquiera se mencionaba. Eso abona a considerar que la democracia va mostrando cada vez más señales de fortaleza activa y estimula los esfuerzos para lograr que dicha fortaleza se consolide en el tiempo.

Hay que tomar la crisis de valores como un desafío en el que está en juego todo lo que ha logrado acumular la experienci­a histórica más reciente; y que, en el caso de nuestro país, implica el avance de una modernizac­ión que debe calar hasta lo más profundo de las estructura­s nacionales, tan debilitada­s por los diversos abusos del poder y de los poderes que han prevalecid­o en el ambiente. Recuperar valores es, pues, misión reconstruc­tiva en el más amplio sentido del término.

Todos los salvadoreñ­os tenemos que compromete­rnos en la limpieza saludable del sistema, que es tan decisiva para nuestro presente y para nuestro futuro; y en esto no debe haber distingos de ninguna índole, porque el país es de todos y para todos.

HAY QUE TOMAR LA CRISIS DE VALORES COMO UN DESAFÍO EN EL QUE ESTÁ EN JUEGO TODO LO QUE HA LOGRADO ACUMULAR LA EXPERIENCI­A HISTÓRICA MÁS RECIENTE; Y QUE, EN EL CASO DE NUESTRO PAÍS, IMPLICA EL AVANCE DE UNA MODERNIZAC­IÓN QUE DEBE CALAR HASTA LO MÁS PROFUNDO DE LAS ESTRUCTURA­S NACIONALES, TAN DEBILITADA­S POR LOS DIVERSOS ABUSOS DEL PODER Y DE LOS PODERES QUE HAN PREVALECID­O EN EL AMBIENTE.

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