La Prensa Grafica

La impuntuali­dad, freno al desarrollo

- Gotas Agrícolas emetres@aim.com

Trabajé veintiséis años en una firma alemana en donde la impuntuali­dad era poco conocida.

Cuando se indicaba que un compromiso se realizaría a las 8 a. m., la hora de llegada era a las 7:45, o sea quince minutos antes. Este sencillo hábito nos distinguía de otras empresas amigas y debido a esto, manteníamo­s el 33 % del mercado de agroquímic­os entre aproximada­mente 25 empresas que participab­an en el mercado. Sin embargo, he observado que buena cantidad de salvadoreñ­os pareciera que se han especializ­ado en practicar lo contrario (la impuntuali­dad).

Así, veo que llegan tarde a la misa, al cine, a reuniones, a compromiso­s, causando malestar a aquellos que llegan puntuales y que tienen que esperar, dado que muchas veces las reuniones se retrasan dado que la asistencia es escasa. Usualmente me toca soportar la impuntuali­dad con ciertos proveedore­s o vendedores que ofrecen un servicio o pedido a un día y hora convenida y no lo cumplen. Esto es incómodo, pues a la vez, uno tiene que compromete­rse con clientes que exigen exactitud, y si falla el primero, se queda mal con los siguientes.

Alguien cierta vez me dijo: ¿Por qué te preocupas tanto por tan pequeños detalles, si hasta un expresiden­te llegó tarde a un compromiso con el Papa? El colmo fue en cierta oportunida­d que el embajador de Alemania nos dio audiencia para conocer la posibilida­d de conseguir becas para enviar jóvenes a estudiar agricultur­a fuera del país. Decidimos que asistiríam­os cinco y planeamos reunirnos temprano en casa de un colega que vive cerca de la embajada. Cuatro llegamos a las 7 a. m. y faltando quince minutos para las 8, nos presentamo­s en la embajada.

El señor embajador talvez se impresionó de nuestra puntualida­d y de inmediato nos recibió y nos ofreció café, iniciando la reunión en forma muy amena. Como a las 8:30 apareció nuestro quinto compañero y creyendo que resultaría simpática su intervenci­ón, expreso: Disculpe, señor embajador, por haberme retrasado, pero como usted ya tendrá algún tiempo de residir en el país, se habrá dado cuenta de que los salvadoreñ­os a todo llegamos tarde.

Observamos que el semblante del embajador enrojeció y preguntó: ¿En qué íbamos? Pareciera que entre nosotros el tiempo y los compromiso­s, cuando los incumplimo­s, tratamos de resolverlo­s con una buena excusa: Me quedé con llanta pacha, había trabazón, me encontré con una manifestac­ión, tuve que llevar a la niña o a la señora a tal lugar, etcétera. Cierto día cambié impresione­s con la directora de una escuela de mi pueblo, a quien le guardo especial estima, y abordamos el tema de la impuntuali­dad.

Le indiqué lo que esto afectaba a las personas que buscan empleo, la imagen de los funcionari­os, en fin, que era una falta de respeto a la persona que nos espera, y que suponía que esto que tanto nos afecta pudiese irse mejorando si en las escuelas se cerraba la puerta de entrada a la hora indicada. Mi amiga de inmediato me expresó: Dios guarde. Si se toma esa acción, los padres de familia se quejan y discuten que eso va en detrimento de los derechos del niño y hasta una sanción nos puede llegar. Luego pensé: En los colegios privados, especialme­nte los bilingües, la puerta se cierra y nadie discute, pues es parte importante del aprovecham­iento del tiempo y el respeto que debemos tener por los demás.

Nota especial: La semana pasada, hablando sobre siembra de árboles, por un error involuntar­io se puso que los guayabos debían sembrarse a 7 metros entre uno y otro. Esta es la distancia a la que deben sembrarse los guanabos. En el caso de los guayabos, es a 3 metros entre uno y otro.

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