¿Porquéel Salvadorestá enquiebra?
Esta es una pregunta que, quizá, tiene muchas respuestas en el imaginario de los salvadoreños. El país está sumergido en una infinidad de problemas que han llevado a esta patria pobre y sufrida a carecer de los servicios elementales que toda nación debe tener.
Para mencionar solo algunos, hay que comenzar diciendo que la falta de oportunidades para los salvadoreños, la delincuencia generalizada, la poca o nada inversión en el país por las diferentes fuerzas productivas, una red hospitalaria sin capacidad para atender a los más pobres de este país, estos pueden tener su origen en la mayoría de los casos, en protagonismos y antagonismos de la clase política de los salvadoreños.
Hoy por hoy la clase política dominante de este país, los de la izquierda y los de la derecha, no quieren o no tienen la capacidad para sentarse a dialogar y buscar las formas de cómo solventar los problemas que más perjudican a la población, tales como la delincuencia, la salud, la educación y la falta de empleo.
También hay que señalar la poca capacidad, no la falta de voluntad, que tienen algunos funcionarios del gobierno actual; aunado esto al protagonismo o antagonismo de los dos principales partidos políticos de este país que generalmente, o casi siempre por separado, presentan propuestas para resolver algunos de los problemas del pueblo salvadoreño y quien presenta esas propuestas muchas veces lo hace no para resolver dichos problemas, sino para conquistar electores para las elecciones próximas –la búsqueda constante y empecinada del rédito electoral–, de igual forma el que rechaza dicha propuesta también la rechaza no porque sea mala, sino para no darle ese protagonismo a su adversario político.
A veces, no siempre, esas propuestas no son malas, lo que sucede es que como esas propuestas son de aquellos o de los otros que no son de mi partido político, hay que rechazarlas. Recordemos que no podemos quedar bien con todos y no pretendamos quedar bien con Dios y con el diablo. En este país se debe aprender a ceder cuando consideremos que el adversario político está haciendo las cosas que benefician a las mayorías, a la gente más pobre y necesitada.
A esta lucha de poderes hay que sumarle la corrupción del Estado en todas sus esferas, el nepotismo y clientelismo partidario que se ha dado históricamente en nuestros gobernantes y que, en los últimos años, se ha comenzado a combatir esta práctica paradigmática que aún hoy en día no quiere romper la clase política de El Salvador.
Para que la patria salga de la marginación social se necesita tener urgentemente una clase política responsable, madura, honesta, con liderazgo, sin egoísmos mezquinos y con una fuerte convicción social y política de querer sacar de la quiebra, en la que se encuentra sumergido nuestro país.