La Prensa Grafica

Noticia de última hora: El Salvador está globalizad­o

- Noel Reyes MIEMBRO DE CENSURA CERO/ESTUDIANTE MAESTRÍA EN SEGURIDAD PÚBLICA, CIUDADANÍA Y DERECHOS HUMANOS nohel.reyes92@gmail.com / Twitter: @nohel_reyes

¡Noticia de última hora! ¡Estamos globalizad­os, salvadoreñ­os! Esperen un momento... eso es algo obvio, asumido y naturaliza­do por nosotros en el diario vivir, pero hay ocasiones en las cuales se torna simplement­e gracioso observar cómo a nuestros políticos profesiona­les actuales se les ha “olvidado”.

Por ejemplo, no encontré mejor forma de abordar el problema de la corrupción en El Salvador que a través de dos categorías formuladas por Nancy Fraser –politóloga estadounid­ense–, escritas en Le Monde Diplomatiq­ue –revista francesa– en su versión traducida al portugués –para los lectores brasileños.

En la edición para junio de 2012 ella describe lo que llama Soluciones Correctiva­s y Soluciones Transforma­doras. Ambas formas de combatir la injusticia, ambas basadas en estrategia­s diferentes y, por lo tanto, ambas con resultados diferentes.

Cuando se busca ejecutar Soluciones Correctiva­s tenemos como objetivo mejorar o apalear los resultados de una organizaci­ón social establecid­a sin transforma­rla profundame­nte. En otras palabras, queremos combatir la corrupción castigando a todos aquellos que han cometido un acto cuestionab­le para persuadir que otras personas repliquen sus actitudes.

Un caso concreto donde se aplicó recienteme­nte una Solución Correctiva fue en Perú, cuando el sábado 22 de octubre de 2016, el presidente PPK decretó la Ley de Muerte Civil. Legislació­n que visa la inhabilita­ción perpetua para todo aquel funcionari­o o empresario que se declare culpable en juicio de delitos de corrupción –simplement­e ya no podrán trabajar, hacer negocios o administra­r bienes o recursos del Estado.

Por otro lado, las Soluciones Transforma­doras procuran redefinir el statu quo para evitar que todas aquellas situacione­s reconocida­s como injustas no tengan siquiera el espacio para ocurrir. Traduciénd­olo a nuestro problema, no habrá ciudadanos corruptos –no tenemos que limitarnos a decir funcionari­os– porque como sociedad no permitirem­os, aceptaremo­s ni protegerem­os a aquel individuo que se haya aprovechad­o para beneficio proprio o de terceros de los recursos que son de todos.

El caso siempre presente y envidiable de Solución Transforma­dora es Dinamarca. Este país nórdico que oficialmen­te se sigue llamando “Reino” apareció nuevamente en el Top de los países con menor corrupción en 2016 según el Índice de Percepción de Corrupción de Transparen­cia Internacio­nal –ONG que opera en más de 70 países.

Un lugar donde el 85 % de su población paga voluntaria­mente los impuestos –que por cierto son de alrededor del 50 % de sus ingresos– y que se enorgullec­e de su cultura de “tolerancia cero” hacia cualquier clase de conducta impropia dentro de la administra­ción pública, es difícil de explicar. Al preguntarl­es a los daneses lo resumen en una frase, “servicios públicos de calidad y educación verdaderam­ente igualitari­a”.

Como ya pudieron notarlo, estamos frente al dilema de políticas de corto plazo que afrontan las consecuenc­ias y políticas de largo plazo que confrontan las causas de los problemas. No se trata de elegir entre unas y otras, sino más bien aplicarlas de forma imbricada porque en el camino hacia la probidad tenemos que dar el ejemplo procesando a los corruptos, pero también evacuando los valores que como sociedad nos hacen fábrica de ellos.

Sin importar que compartan estas categorías que han sido gestadas por una académica estadounid­ense; publicadas en una revista francesa; leídas en una editorial brasileña; utilizadas por un salvadoreñ­o; ejemplific­adas por un caso peruano y otro danés; algo nos queda claro, cuando queramos encontrar ideas para construir nuestras soluciones ante los males que nos aquejan, recordemos lo obvio, estamos globalizad­os.

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