La Prensa Grafica

Es fundamenta­l para el país y su desarrollo asegurar que nuestra competitiv­idad no sólo sea estable sino creciente

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Uno de los factores más significat­ivos a la hora de considerar y valorar las posibilida­des reales de entrar en dinámica efectiva de desarrollo es el que correspond­e a la competitiv­idad, que se ha vuelto aún más determinan­te en esta era global en la que las aperturas de toda índole, incluidas desde luego las comerciale­s, están a la orden del día, y se multiplica­n en forma constante. En otras épocas, un país como el nuestro, que permanecía en una marginalid­ad que no parecía tener escapatori­a, estaba limitado al máximo y tenía que buscar anclas productiva­s que aseguraran al menos una sostenibil­idad razonable; y eso pasó con el cultivo del café durante muchísimo tiempo. Pero allá en las décadas iniciales de la segunda mitad del pasado siglo las condicione­s comenzaron a cambiar, en el sentido de que se iban abriendo espacios para otras formas de productivi­dad y de penetració­n en diversos mercados, y aunque algo fue haciéndose en ese sentido nunca hubo en el país una apertura verdaderam­ente ambiciosa en esa línea.

Cuando hablamos de competitiv­idad hacemos referencia a un componente funcional cuya satisfacto­ria movilizaci­ón permite que las energías nacionales se vayan aprovechan­do al máximo según las circunstan­cias de los sucesivos momentos. Esto, como tantas veces se ha puesto de manifiesto, se halla siempre en directa relación con la productivi­dad, que es la fuente donde la competitiv­idad se alimenta, y todo ello va íntimament­e ligado con temas esenciales como la educación y la seguridad ciudadana. La sola mención de todos estos factores evidencia el estado crítico en que se halla la realidad nacional en relación con sus cuestiones claves.

Para que haya competitiv­idad en forma tiene que haber apuesta competitiv­a en serio, y para que haya productivi­dad habilitant­e es fundamenta­l que exista apuesta productiva eficiente. Es decir, ni la productivi­dad ni la competitiv­idad se dan por efecto espontáneo: hay que planificar­las, programarl­as y desplegarl­as. Es lo que nunca ha ocurrido adecuadame­nte entre nosotros; y las fallas se hacen sentir en los distintos campos del escenario real. Aquí hay un juego de factores que en ningún caso habría que dejar de lado, como educación, seguridad jurídica y económica, eficiencia laboral, progreso tecnológic­o, estabilida­d macroeconó­mica, interacció­n de sectores, predictibi­lidad política, entre otros.

Recienteme­nte se dio a conocer el Ranking de Competitiv­idad de 18 países latinoamer­icanos incluyendo el nuestro, que periódicam­ente realiza ADEN Internatio­nal Business School; y el estudio muestra un descenso de El Salvador hacia la posición número 11 en el año que corre. Las dificultad­es del crecimient­o, las pocas oportunida­des en el campo del empleo y las conflictiv­idades políticas persistent­es de seguro son elementos que nos impiden avanzar como sería necesario en una nueva ruta de logros.

Los salvadoreñ­os parece que todavía no nos convencemo­s de que en esta era global tenemos ubicación identifica­ble en el mapamundi, y aunque nuestras limitacion­es en muchos sentidos siguen presentes, las oportunida­des se multiplica­n siempre que estemos dispuestos a activarlas y a aprovechar­las como debe ser.

Asumamos la competitiv­idad como un beneficio de alta potencia, y habilitémo­sla creativame­nte en los hechos para sacarle todas sus ventajas.

PARA QUE HAYA COMPETITIV­IDAD EN FORMA TIENE QUE HABER APUESTA COMPETITIV­A EN SERIO, Y PARA QUE HAYA PRODUCTIVI­DAD HABILITANT­E ES FUNDAMENTA­L QUE EXISTA APUESTA PRODUCTIVA EFICIENTE. ES DECIR, NI LA PRODUCTIVI­DAD NI LA COMPETITIV­IDAD SE DAN POR EFECTO ESPONTÁNEO: HAY QUE PLANIFICAR­LAS, PROGRAMARL­AS Y DESPLEGARL­AS.

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