Agradezcámosle al sol
Cada día, haya cielo resplandeciente o atmósfera nublada, prevalezca la claridad o se imponga la bruma, nos encontramos con esa presencia siempre puntual: la del Sol que está ahí para recordarnos que el aire reconocible es nuestro mejor aliado. Sé que para muchos es una ingenuidad ajena a las preocupaciones del momento el que les pongamos atención a los fenómenos naturales que sin descanso ocurren a nuestro alrededor; pero preguntémonos por un instante: ¿Qué sería de nosotros sin el aire que respiramos, sin la luz que nos permite identificar nuestros entornos, sin el agua que nos alimenta, nos purifica y nos ofrece los beneficios de la humedad, sin la tierra que nos sostiene y nos alimenta? Desafortunadamente los seres humanos de este tiempo, que nos jactamos de los avances científicos y tecnológicos más deslumbrantes, dejamos cada vez más de lado lo básico de la existencia, que es lo que nos permite estar aquí como huéspedes bienvenidos. Hemos dejado de reconocer los detalles más simples y a la vez más gratificantes del diario vivir, como si las complicaciones y los trastornos que están a la orden del día fueran capaces de absorber todos nuestros impulsos existenciales. En este momento preciso, entra por mi ventana un haz de destellos solares que me traen el más reciente boletín del infinito. Son los privilegios de la luz multifacética, que tenemos a la mano con sólo percatarnos de que se hallan ahí, presentes siempre.