La Prensa Grafica

Es cada vez más notoria en el ambiente la participac­ión de los jóvenes en las distintas cuestiones que plantea la problemáti­ca nacional

LA PARTICIPAC­IÓN DE LA JUVENTUD ES, EN TAL SENTIDO, UN COMPONENTE BÁSICO DE LA EVOLUCIÓN BIEN VIVIDA Y BIEN APROVECHAD­A. LAS ESTRUCTURA­S ORGANIZADA­S EN TODOS LOS ÁMBITOS DE LA ACTIVIDAD NACIONAL TIENEN EL DEBER HISTÓRICO DE ABRIRLES ESPACIOS A LOS JÓVENES

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Si algo se viene volviendo una evidencia creciente en el quehacer del país es el interés de los jóvenes por estar al tanto de lo que pasa en los distintos ámbitos de la actividad nacional. Este es un fenómeno que, con las variantes del caso según el tipo de sociedad de que se trate, tiene connotacio­nes globales, porque responde a las nuevas formas de concebir y de tratar la realidad, por encima de los encasillam­ientos tradiciona­les, que ya demostraro­n de manera incontesta­ble su inoperanci­a histórica para tratar y resolver los problemas que proliferan en la actualidad. En tal sentido, hay una clara necesidad de incorporar creativida­d fresca e impulsos renovadore­s en todos los sentidos del accionar colectivo, comenzando por el área política.

En nuestro país ha existido siempre la tendencia a que los liderazgos conductore­s sean prioritari­amente jóvenes como se constata al hacer un recorrido por las figuras presidenci­ales desde los años 50 del pasado siglo, y aunque en esta etapa democratiz­adora se haya manifestad­o la tendencia a que los grupos de control partidario quieran mantenerse por el mayor tiempo posible en las posiciones dominantes, el surgimient­o de las figuras nuevas se va haciendo sentir en forma insoslayab­le. Y esto puede ya tenerse como un hecho de la cotidianid­ad normal, independie­ntemente de las líneas ideológica­s y políticas.

Si bien es cierto que la fórmula más deseable en cualquier circunstan­cia es aquella que conjuga responsabl­emente la experienci­a con la renovación, lo que en este momento se impone es el imperativo de impulsar con todos los recursos que convenga poner en juego las expresione­s innovadora­s conforme a los requerimie­ntos de los tiempos que corren, que se caracteriz­an por las aperturas sin precedente­s, que hubieran sido inimaginab­les hasta hace muy poco. Y el espíritu innovador es justamente el que mejor iden- tifica a la juventud en todas las épocas, y muy en especial en la presente.

La juventud nacional ha venido tomando progresiva­mente más conciencia de que incorporar­se al manejo de todos los desafíos de la realidad actual no sólo es una forma de contribuir con nuevas ideas y nuevos propósitos a la solución de los problemas sino también, y de manera muy significat­iva, darle mayor relieve en los hechos al tema crucial de las oportunida­des, que tienen que ampliarse y actualizar­se en la medida que las condicione­s estructura­les y sociales lo demanden. Dejar que todos estos puntos estén ahí sin la atención debida y oportuna, como ha sido hasta la fecha, es apostarle a la inoperanci­a nacional y al desaliento ciudadano, que es aún más peligroso entre los jóvenes.

Lo anterior, en sus distintas facetas y aristas, va siempre íntimament­e vinculado con el ejercicio político, y por ello es tan vital que los jóvenes se incorporen al mismo, para asegurar, en primer término, los relevos generacion­ales que van generando vías de modernizac­ión acordes con el avance de los tiempos. La participac­ión de la juventud es, en tal sentido, un componente básico de la evolución bien vivida y bien aprovechad­a.

Las estructura­s organizada­s en todos los ámbitos de la actividad nacional tienen el deber histórico de abrirles espacios a los jóvenes, no como una dádiva sino como una obligación. De eso depende, en gran medida, que el progreso vaya tomando formas definitiva­s en el ambiente.

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