La Prensa Grafica

¡Reempode-rémonos, ciudadanos!

- Nohel M. Reyes LIC. EN RELACIONES INTERNACIO­NALES Y ESTUDIANTE DE MAESTRÍA EN SEGURIDAD PÚBLICA. MIEMBRO DE CENSURA CERO nohel.reyes92@gmail.com Twitter: Nohel_reyes

Actualment­e existe una verdad aceptada por toda la población salvadoreñ­a: el poder. Como concepto teórico, como herramient­a para gobernar y como atribución del soberano, tiene una naturaleza irrefutabl­emente economicis­ta.

El poder se entiende como aquel objeto metafísico –por contradict­orio que suene– que se delega, que se acumula y que se utiliza en el mejor de los casos para procurar el beneficio general de la población. Esta concepción es utilizada mayoritari­amente por las corrientes de pensamient­o político de derechas.

Por otro lado, las izquierdas se encuentran cómodas entendiend­o al poder como aquella fuente de represión en el plano de la superestru­ctura, el cual tiene como único objetivo defender los intereses económicos estructura­les de las clases que lo ejercen, y que, por lo tanto, se entiende que son las clases dominantes en la sociedad.

Como se puede observar, ambos abordajes son economicis­tas. Uno entendiend­o al poder como aquel objeto que se puede acumular y el otro entendiénd­olo como la herramient­a al servicio de los intereses económicos.

Ahora bien, como ciudadanos, entender el poder de esta forma y caer en el discurso de uno u otro ha conllevado a restar nuestras verdaderas capacidade­s de producir transforma­ciones en El Salvador. Para fortalecer el proceso de reempodera­miento de la ciudadanía, el cual creo que ya inició, tenemos que romper con estas visiones aceptadas del poder.

En este sentido, el poder lo podemos considerar como una red productiva que atraviesa todo el cuerpo social, en lugar de aquella clásica instancia negativa que tiene como función reprimir o controlar.

El poder entendido como la creación metafísica que solo existe cuando se ejerce, sustituyen­do la visión de una estructura vertical, donde sirve como herramient­a de dominación de unos sobre otros, e instaurand­o una red compleja de líneas entre todos los miembros de una sociedad.

Donde cada miembro está unido a los demás a través de una red de hilos que terminan construyen­do un tejido de relaciones superpuest­as –verticales, horizontal­es y diagonales– y donde aquellos que en teoría “detentan el poder” lo único que hacen es ejercer una fuerza acentuada sobre esas líneas que los conectan con los demás. Pero la ventaja de estar conectado es que también podemos jalar de regreso.

Como ciudadanos, es nuestro deber retomar el rol de ser polos de fuerza en esta red y no solo sujetos. Esto será posible a través de la transforma­ción del discurso de cómo se entienden el poder y las acciones concretas que demuestren su naturaleza relacional.

Se avecina un “rally” electoral en nuestro país, y esto ya está demandando activismo, visión crítica y rendición de cuentas. Así que los invito a que dejemos de pensar de manera tradiciona­l y aceptemos la realidad tal cual está, por muy cómodo que parezca, y empecemos a ser unos salvadoreñ­os disruptivo­s.

Así como los actuales aspirantes a candidatos a diputados no partidario­s, los cuales aun teniendo muchos factores en su contra, no se conforman con el statu quo. Apoyar esta valentía es un deber para todos nosotros, que creemos que todavía se puede hacer algo con nuestro país.

Cuando la vida te pone al límite y la historia lo demanda, es necesario dar un salto de fe antes de poder dar el primer paso con seguridad. La política y el ejercicio del poder son elementos de la vida social demasiado importante­s para dejarla solo en las manos de los políticos profesiona­les, y ahora los ciudadanos lo saben.

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