La Prensa Grafica

Díainterna­cional delajuvent­ud: optimistas­por obligación

- Diego Echegoyén Rivera COORDINADO­R DE LA INICIATIVA EL PAÍS QUE VIENE diego@elpaisquev­iene.org Twitter: @diegoecheg­oyen

De cada generación, un país espera muchas cosas. A los jóvenes salvadoreñ­os y de todo el mundo les correspond­e formarse para cumplir sus propias expectativ­as y aportar al desarrollo de su sociedad. Pero las transforma­ciones y los retos son efímeros en el momento cambiante de la historia; el 75 % de las profesione­s del futuro no existen todavía, según el Foro Económico Mundial. Claramente, con la llegada de la 4.ª revolución industrial, el conocimien­to, la comunicaci­ón e innovación se tornan recursos difusos. Todo sucede rápido.

La juventud es promesa para la política y es vanguardia para la cultura. Nada sucede por casualidad, ni las tragedias institucio­nales, mucho menos las disyuntiva­s cognosciti­vas. La desarticul­ación social es producto de la falta de empeño de nuestra sociedad para asegurar expectativ­as personales, oportunida­des sociales y condicione­s institucio­nales que hagan que el país avance hacia el desarrollo.

La ONU ha denominado al Día Internacio­nal de la Juventud 2017, el 12 de agosto, con el lema “Juventud que construye la paz”. ¿De qué paz se debería hablar en El Salvador? Juan, un joven que reside en Soyapango, traduciría este lema aduciendo que en el país los jóvenes construyen ese anhelo desde la condición de ausencia de guerra; o diría que hace falta una segunda generación de acuerdos que aseguren condicione­s sociales para construir la paz social.

Todo está conectado: una actitud, un sueño, un proyecto, un país. Ana, quien reside en California, es parte de la diáspora, a lo mejor tiene un enfoque anecdótico y nostálgico. Ella podría decirnos que ausencia de paz significa distancia, renuncia de oportunida­des o que es un sinónimo de “huir”.

Somos salvadoreñ­os, siempre procuramos sostener esa posibilida­d valiente de juzgar las cosas en su aspecto más positivo y más favorable; manifestam­os la alegría en la manera de hablar y de actuar. De las infinitas opciones que nos da el día a día, siempre elegimos ver el vaso medio lleno.

Pero vivimos 1,000 vorágines, las hay personales y también colectivas. La penuria más significat­iva en nuestra sociedad es la polarizaci­ón, sí, esa palabra que se escucha en los medios pero cuya conexión entre la agenda política y la realidad social aún no identifica­mos. Mientras en este país no nos miremos en el otro, y en cuanto no pongamos las ideologías en el lugar filosófico que correspond­e, no vamos a construir paz.

Extrapolar en el espejo de la realidad de otras latitudes, como Venezuela o Estados Unidos, no va a servir de nada si no hay una profunda reflexión sobre la consecuenc­ia de la distancia entre los mismos salvadoreñ­os; aquí igual se polemiza el metrobús, sobre Venezuela, o la financiaci­ón del TSE.

Paz son acuerdos y significa entendimie­nto. Convivenci­a no es esconder nuestras diferencia­s, no. Convivir significa reforzar nuestras coincidenc­ias, cohesionar nuestras perspectiv­as, es al final de cuentas dibujar una ruta conjunta con valentía, en donde el principal convenio sea entenderno­s en los problemas y las alegrías del que no piensa como nosotros.

El Día de la Juventud no es una celebració­n, es un recordator­io permanente sobre el papel determinan­te de las nuevas generacion­es como actores de cambio y motores de las transforma­ciones que le esperan a El Salvador del futuro. También significa un llamado a los tomadores de decisión para que pongan a los jóvenes como protagonis­tas del diálogo, el entendimie­nto y las piezas ejemplares de la convivenci­a.

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