Peregrinación viviente
Hace una semana tuvo lugar la impresionante peregrinación de devotos que para conmemorar el centenario del nacimiento del Beato Monseñor Óscar Arnulfo Romero hicieron el recorrido a pie desde San Salvador hasta Ciudad Barrios. El acontecimiento simbólico es profundamente representativo del poder de la fe, que en nuestro país está hoy haciéndose sentir como nunca por la inminente canonización de Monseñor Romero, que será el primer santo salvadoreño. La personalidad de Monseñor se desplegó en el ambiente durante la turbulenta época de la preguerra, y la fuerza de su mensaje no sólo despertó polémicas sino que lo llevó al martirio que se dio justamente sobre el altar. Monseñor fue sin duda un ser excepcional, y sus destellos inspiradores vienen multiplicándose en el tiempo. Hay que distinguir las épocas. Una cosa fueron las percepciones tan encontradas que se dieron cuando Monseñor se manifestaba en el ambiente y otra cosa tienen que ser las percepciones posteriores, cuando Monseñor ha pasado a ser un ícono de religiosidad trascendida. Lo verdaderamente importante y fundamental es que Monseñor Romero será nuestro primer santo. De aquí en adelante eso es lo que cuenta, y todos los salvadoreños tendríamos que sentirnos vinculados a lo que eso significa, más allá de las diferencias confesionales. Los que tuvimos el privilegio histórico de conocerlo en persona debemos agradecerle a Dios tal beneficio. Monseñor nos invita a peregrinar a diario por el destino de cada quien hacia la meta cotidiana, que es la construcción progresiva del bien en esta vida, para avizorar en todo momento las estancias sagradas de la vida futura. Así sea.