Los Bacabes
Hubo un tiempo en que la creación se vio amenazada. El cielo se estaba desmoronando. Vacilaba al peso de las estrellas.
Era la infancia de la humanidad. Poco hacía que la tierra, en forma de una nube larga y gris, se arrastraba por el espacio húmedo.
Poco hacía que se había condensado, dando origen a esta inmensa bola en que vivimos.
Pero era lo cierto que el cielo se caía, como una plancha sin sostén. Tal era el derrumbe y las quejas de la tierra eran tan numerosas que Dios pensó seriamente en cortar el mal. Y creó cuatro gigantes. En las cuatro esquinas del cielo apoyaron sus espaldas los enormes hombres. Y el cielo se detuvo. Las estrellas afianzaron sus pilgajos de luz.
Desde entonces están, firmes siempre, parados los gigantes en las esquinas del cielo.
Son cuatro: Kan-xibchac, en el sur; Chac-xibchac, en el oriente; Zac-xibchac, en el norte; Ekxibchac, en el poniente. Kan es amarillo, Chac, rojo; Zac, blanco, y Ek, negro.
Presidían cada uno, por turno, un período de cuatro años. Representaban los puntos cardinales, a quienes daban su nombre.
Eran tenidos como dioses del aire. Súbditos de Achuncan (centro o fundamento del cielo), su poder se cernía por sobre las estrellas, y agitaban sus alas membranosas entre las furias de las tempestades.