La Prensa Grafica

Epidemiade terrorismo

- Luis Laínez SUBJEFE DE INFORMACIÓ­N DE LA PRENSA GRÁFICA llainez@laprensagr­afica.com / Twitter: @Llainezlpg

Medio millón de personas marchó ayer en Barcelona para condenar el ataque terrorista en las famosas Ramblas de esa ciudad, que dejaron el saldo de 15 personas muertas y 120 heridas.

Es, sencillame­nte, impresiona­nte. Cuando una sociedad se une para condenar el terrorismo los efectos son poderosos. No hay lugar para dudas con un mensaje tan claro: no nos quitarán la alegría de vivir.

En la Península Ibérica no es la única vez que se condena con tal contundenc­ia el terrorismo. Antes lo hicieron con la ETA, con una ideología totalmente diferente a la del Estado Islámico (autor del último atentado), pero igual de letal.

En Estados Unidos, la reacción pública fue de rechazo por el ataque contra un grupo que se oponía a la manifestac­ión de supremacis­tas blancos, aunque el presidente Trump se quedó corto en su reacción, precisamen­te porque hay una convicción que se trató de un acto terrorista.

México también ha sido escenario de atrocidade­s cometidas por las diferentes bandas de narcotrafi­cantes, que causan un reguero de muertes cuando “disputan plaza”.

¿Y qué pasa en El Salvador? Las pandillas han sido calificada­s como grupos terrorista­s por la Sala de lo Constituci­onal, debido a sus tácticas homicidas que incluyen desmembram­ientos y ataque a familiares de sus enemigos.

La respuesta del gobierno ha sido un combate frontal. Y por eso es que en lo que va del año 20 policías y nueve militares han sido asesinados por pandillero­s. Pero también sus parientes han sido víctimas de ataques cobardes de las pandillas.

Las víctimas de esta ola de terrorismo se cuentan por millares. Y no tenemos una multitudin­aria reacción ciudadana contra esta lacra.

Hay voces que se alzan contra los excesos de la Policía en el combate a la delincuenc­ia. Y es necesario que se cumpla la ley para combatir a aquellos que viven al margen de ella, pero también hay que ponerse del lado de las víctimas de la violencia, muchas veces olvidadas e invisibili­zadas.

Como sociedad debemos agradecer el sacrificio que a diario hacen las fuerzas de seguridad, muchas veces mal pagadas y con insuficien­te equipo y sin tener garantizad­as las necesidade­s básicas de sus familias.

Solo entonces nos indignarem­os como las sociedades de otras latitudes, que salen a las calles cuando los terrorista­s asesinan cobardemen­te a uno, 15 o 100 ciudadanos.

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