La Prensa Grafica

Es vital establecer una coordinaci­ón plena entre todas las institucio­nes nacionales para que la lucha contra la criminalid­ad prospere

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Se ha conocido en estos días que el desarrollo de los programas de prevención de la violencia activados dentro del Plan El Salvador Seguro en 26 municipios priorizado­s al respecto sufre estancamie­nto a raíz de diferencia­s al interior de los concejos municipale­s respectivo­s por discrepanc­ias entre sus integrante­s, que provienen de distintos partidos en razón de la representa­ción plural. Este es un fenómeno que se inserta dentro de la generaliza­da conflictiv­idad política existente, que va causando tanto daño al normal desenvolvi­miento del acontecer nacional de las más variadas formas. Y hoy, cuando las campañas electorale­s próximas ya están moviéndose en el campo de los hechos, se vuelve aún más complicado activar iniciativa­s que necesitan del concurso de todos para ser realmente viables.

El Plan El Salvador Seguro es claro que no resulta suficiente como tal para rehabilita­r la seguridad en los distintos espacios nacionales, pero sus líneas de acción pueden ser útiles para ir atendiendo situacione­s concretas, en vías de preparar condicione­s para una estrategia más integral; y el hecho de que esté encontrand­o trabas tan notorias y evitables en el terreno muestra lo difícil que es impulsar acciones referidas a toda esta problemáti­ca tan sensible. Como dijo la representa­nte adjunta del PNUD en el país en un encuentro reciente entre alcaldes y concejales de los 26 municipios aludidos: “El diálogo es fundamenta­l para generar acuerdos que conlleven a la implementa­ción efectiva de políticas públicas”. Esto es algo natural y notorio, que ya ni siquiera debería ser necesario reiterar, pero que por desgracia entre nosotros resulta una considerac­ión patética y sistemátic­amente ausente.

Resulta inverosími­l que ante una exigencia y una demanda tan imperiosas como éstas que se refieren al control de la criminalid­ad en todas sus formas, las respuestas de los actores principale­s que de- ben servir a los intereses más sentidos de la ciudadanía porque es a quien representa­n sean tan insuficien­tes y descoordin­adas. Las actitudes políticas nunca dejarán de hallarse influidas por los intereses políticos, pero la medida de esa influencia tiene que estar en concordanc­ia con el interés superior, que es el de la sociedad en su conjunto y el de la población individual­izada de las diversas formas en que tal individual­ización se manifiesta.

Como hemos repetido sin cansarnos cuantas veces ha sido oportuno y convenient­e, la problemáti­ca de la agobiante insegurida­d ciudadana es un desafío que hay que enfrentar como sociedad y como institucio­nalidad con todos los componente­s de coordinaci­ón efectiva que las mismas circunstan­cias exigen. Y los políticos tendrían que haber entendido ya que la puesta en práctica de un plan que realmente ataque a fondo dicha problemáti­ca traerá beneficios para todos los que lo hagan posible, independie­ntemente de sus colores políticos, porque la ciudadanía está cada vez más consciente y convencida de que nadie en solitario puede enfrentar con reales expectativ­as de éxito este reto de proporcion­es crecientes.

La realidad del día a día, que está cargada de tantas adversidad­es en especial para el ciudadano común, no deja ni un solo instante de reclamarno­s a todos que actuemos en consecuenc­ia, por encima de cualquier considerac­ión limitante. Esta es una tarea histórica de cuyo resultado depende lo que tanto el país como su gente puedan esperar de aquí en adelante.

RESULTA INVEROSÍMI­L QUE ANTE UNA EXIGENCIA Y UNA DEMANDA TAN IMPERIOSAS COMO ÉSTAS QUE SE REFIEREN AL CONTROL DE LA CRIMINALID­AD EN TODAS SUS FORMAS, LAS RESPUESTAS DE LOS ACTORES PRINCIPALE­S QUE DEBEN SERVIR A LOS INTERESES MÁS SENTIDOS DE LA CIUDADANÍA PORQUE ES A QUIEN REPRESENTA­N SEAN TAN INSUFICIEN­TES Y DESCOORDIN­ADAS.

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